- y Calú Cruz escribe para postearlo
Yordan Arroyo Carvajal
La sociedad de las moscas de Calú Cruz es un libro de relatos escrito a partir de un estilo posmoderno, cuyas características retóricas destacables son las rupturas e interrupciones. Asimismo, destaca la presencia de recursos retóricos muy bien utilizados y ubicados (discursiva, temática y contextualmente). En él sobresalen la ironía, el absurdismo (véanse, por ejemplo, el interesante caso de la zoofilia y el desenfreno en diferentes manifestaciones ideológicas desde los núcleos textuales) y la locura (tradición literaria bastante amplia en la literatura escrita en castellano). Además, destaca por sus riesgos y experimentos en procura de apostar por propuestas eficientes y contemporáneas.
A lo largo de las páginas, el lector podrá encontrar usos de collage que van en contra de toda norma canónica y tradicional e hibridación de géneros y formatos plurales (diáspora genérica). Por otro lado, atrae la exploración panóptica en la psicología de los personajes, revelando sus manías, perversidades, hipocresías, doble moral, lujurias e irracionalidades muy cercanas a las de una bestia, ¿por qué no una mosca? A su vez, el contacto, entre otras muchas referencias intertextuales con autores de la envergadura de Ernesto Sábato. Esto muestra la madurez de este libro y la demora de su proceso: en silencio, distante de las multitudes, del zumbido en exceso de las moscas y sus excrementos putrefactos, aunado a los diferentes filtros personales, editoriales y de colegas, por los que ha pasado antes de ver luz; es decir, también es producto de la intervención de otras voces y profesionales en diversas áreas.
Calú Cruz es responsable con la tradición literaria de su país y por eso incorpora, por ejemplo, la importancia de obras (unas de mayor peso estético que otras) escritas por autores costarricenses, algunos conocidos en persona por él, como Julieta Pinto, Guillermo Fernández, Julieta Dobles Yzaguirre, Lucía Alfaro, Shirley Campbell Barr, Paúl Benavides y Alfonso Chase. Además, destaca la propiedad con la que se rompen muchos discursos e imaginarios cristianos (canónicos y oficiales como institución), cuyo aumento es cada vez mayor en la buena literatura costarricense producida durante las últimas tres décadas (omito la gran cantidad de obras infértiles publicadas sin pasar por filtros previos).
Por su parte, los lectores de este libro, muy pertinente con las más recientes tendencias narrativas hispanoamericanas del siglo XXI, asunto que ya iniciaría, en Costa Rica, desde los años ochenta un autor como Rafael Ángel Herra (a quien Calú conoce muy bien y admira), se encontrarán, además de su variedad de registros de habla, donde prevalece la segunda persona singular (vos), fiel a quien lo escribió, con: 1) poemas o fragmentos de ellos, 2) noticias o recortes de periódicos, 3) canciones en inglés, alemán o castellano (muchas de deficiente calidad, pero con la característica de mover masas enteras, asunto muy propio de la contemporaneidad), 4) películas, 5) conversaciones a través de herramientas y artefactos virtuales muy de nuestros días, como Facebook, Instagram, Tik Tok y YouTube (véase el caso de los youtubers) y además, 6) con links y otros recursos informáticos y de una cultura globalizada, demente, líquida, gaseosa y fragmentaria, permitiéndoles, con cierto dinamismo estilístico y estético, sentirse cercanos a las historias allí narradas.

Otro punto de los muchos que podrían destacarse desde una perspectiva de crítica textual es la importancia del paradigma crítico-discursivo utilizado en las narraciones, pues transmiten, desde los propios imaginarios de los textos, diferentes vicios y vacíos contextuales. Sobresalen ciertas incongruencias, sólo vistas desde un panóptico, alrededor de ideologías que algunos enarbolan como gurús, pero que yacen inmersas en acciones absurdas y grotescas; asimismo, cierta incomodidad hacia los fanatismos religiosos y el maquillaje macabro que siguen utilizando muchas instituciones de poder como las Iglesias, para controlar a las masas acríticas o, en un ámbito metafórico, a las ovejas preferidas del rebaño. No es de asombrarse que muchos de los personajes aquí presentes tiendan a sublimarse y confundirse con alguno de nuestros vecinos, algún familiar o cualquier ciudadano, pues Calú Cruz hace, desde la ficción, una radiografía de diferentes aspectos putrefactos en ciertos sectores de una humanidad cada vez más torpe y falta de valores: legítimas y asquerosas moscas (afirmación necesaria para comprender y disfrutar más esta obra).
En fin, este libro, testigo de un tiempo cada vez menos nuestro y más desdibujado, presta atención, con responsabilidad ética, a muchos excesos de sus personajes, quienes terminan inclinándose por tendencias más dionisiacas que apolíneas, síntoma de la decadencia abrupta de Occidente que estamos sufriendo cada vez más fuerte. Dicho aspecto responde a muchas de las coyunturas globales que se viven actualmente no sólo en América Central, sino en diferentes lugares de Hispanoamérica. Esto también explica las exploraciones geográficas y sociológicas en su propuesta literaria, a manera de periplos, de nuevos imaginarios y ruptura de algunos ya fosilizados, en países mesoamericanos (si nos preguntáramos ¿qué queda del mito de la paz en Costa Rica? Nada. Mucho menos cuando un autor con un ojo crítico, como el creador de este libro, coloca su lápiz en las cicatrices del fuego y pone a arder el papel) y en Argentina, cuyas crisis sociales, políticas, económicas, ideológicas y psiquiátricas, hoy, como lo atestigua esta obra, van en aumento, de la mano con las consecuencias mentales que dejó la pandemia de la COVID-19 y en diálogo con otras pestes y males, también aquí incluidos (quizás a raíz de un proceso de investigación por parte de su autor), cuya metáfora ideal es la de una mosca polisémica que bien puede ser un animal, un virus o bien puede ser una persona disfrazada, en tanto sólo piensa en defecar encima de todo, a como lo hacen hoy, por ejemplo, muchos troles en las redes sociales.
Frente a este infernal panorama aquí expuesto, Calú Cruz no piensa en ninguna otra solución (si acaso la hay), por más demoniaca que parezca, que no sea escribir, escribir y escribir, mientras al fondo, uno de los personas de su libro, Aledis, sigue luchando por aprender la técnica para tocar el violín en un jardín (quizá sinónimo del statu quo) que hace mucho tiempo es un basurero clandestino.
*Yordan Arroyo Carvajal. Costarricense nacido en San Ramón de Alajuela. Actualmente reside en España. Es poeta, filólogo, gestor cultural y ensayista costarricense. Posee un máster en Textos de la Antigüedad Clásica y su Pervivencia por la Universidad de Salamanca, misma casa donde realiza estudios de doctorado. Graduado por la Universidad de Costa Rica, donde realizó estudios en Enseñanza del Castellano y la Literatura, Filología Clásica y Educación Primaria. Es director de la revista literaria Ajkö Ki y colabora en diferentes medios literarios y académicos. Es presidente de la Unión Hispanomundial de Escritores en Costa Rica y forma parte de distintos colectivos culturales.
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