Por: Isaac Martinez Pérez/
Coatzacoalcos, Ver. . La aparición de una cabeza de cerdo y un narcomensaje en la Tesorería Municipal de Coatzacoalcos es un acto repugnante que trasciende la simple amenaza.
Representa una declaración de guerra, un desafío descarado a las autoridades y a la sociedad misma, envuelto en un manto de cobardía y misterio.
El silencio oficial, tanto de la policía como del gobierno municipal, solo exacerba la inquietud y siembra la duda sobre la capacidad real de las autoridades para garantizar la seguridad de los ciudadanos. El hecho, ocurrido la noche del miércoles, es un claro mensaje de intimidación. La elección de la Tesorería como objetivo no es casual.
Se trata de un ataque directo al corazón de la administración pública, un intento de socavar la autoridad y sembrar el terror. La cabeza de cerdo, un símbolo macabro y grotesco, no es solo un elemento escénico; es una declaración de poder, una demostración de brutalidad calculada para generar miedo y desestabilizar.
El contenido del narcomensaje, aún desconocido, añade una capa de incertidumbre que alimenta la especulación. ¿Qué demandas específicas se esconden detrás de este acto? ¿Se trata de una respuesta a la reciente visita de la gobernadora Rocío Nahle y sus declaraciones sobre la lucha contra la delincuencia? La falta de información oficial solo contribuye a la proliferación de rumores y teorías conspirativas, creando un clima de inseguridad e incertidumbre. La respuesta de las autoridades es, hasta ahora, lamentablemente insuficiente.
El hecho de que la policía haya retirado la cabeza de cerdo y el mensaje sin ofrecer una explicación pública es inaceptable. La transparencia y la comunicación efectiva con la ciudadanía son cruciales en momentos de crisis. El silencio solo alimenta la desconfianza y la sensación de indefensión.
Coatzacoalcos no puede convertirse en tierra de nadie. Las autoridades tienen la obligación de investigar a fondo este incidente, dar con los responsables y llevarlos ante la justicia.
La impunidad solo fomenta la violencia y la delincuencia. Se necesita una respuesta firme, contundente y transparente que demuestre que el Estado está presente y que no permitirá que grupos criminales impongan su ley. La cabeza de cerdo es un símbolo de cobardía, pero la respuesta debe ser un símbolo de valentía y de compromiso con la seguridad y el bienestar de los ciudadanos de Coatzacoalcos. El silencio es complicidad; la acción, la única respuesta posible.
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