¿Se hereda la inteligencia?

Un reciente estudio realizado en Glasgow con 12.000 jóvenes concluyó que la inteligencia de los hijos está fuertemente influenciada por la madre.
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La inteligencia ha sido durante décadas objeto de debate en la comunidad científica y en la sociedad en general. ¿Es la capacidad de pensar, razonar y resolver problemas algo que heredamos de nuestros padres? Aunque los estudios han demostrado que la genética juega un papel importante, los factores ambientales también moldean de manera decisiva nuestro desarrollo cognitivo.

La base genética de la inteligencia

Numerosas investigaciones han intentado descifrar cuánto de nuestra capacidad intelectual se debe a la herencia genética. Los estudios de gemelos y de adopción indican que entre el 40 % y el 80 % de la variación en el coeficiente intelectual (CI) se debe a factores genéticos. En este sentido, la herencia del cerebro, como la presencia de ciertos genes ubicados en el cromosoma X, ha sido citada para explicar por qué algunos estudios sugieren que la inteligencia se hereda en mayor medida de la madre, mientras que otros enfatizan la influencia combinada de ambos progenitores.

Un reciente estudio realizado en Glasgow con 12.000 jóvenes concluyó que la inteligencia de los hijos está fuertemente influenciada por la madre, ya que los «genes condicionales» presentes en el cromosoma X se activan preferentemente en la corteza cerebral, la región responsable del razonamiento y el lenguaje.

 

Genes y desarrollo cerebral

La influencia genética se manifiesta a nivel del desarrollo estructural y funcional del cerebro. La morfología cerebral, la densidad de sinapsis y la conectividad neuronal son rasgos en los que se ha demostrado la presencia de un componente hereditario. Estudios de neuroimagen han correlacionado la herencia con volúmenes cerebrales y estructuras específicas, sugiriendo que una base genética robusta ayuda a configurar la capacidad cognitiva.

Sin embargo, la genética no actúa de manera aislada. Los genes proporcionan el «plano» sobre el cual se desarrolla el cerebro, pero es el ambiente –desde la nutrición hasta el nivel de estimulación temprana– el que determina en gran medida cómo se construyen y optimizan las conexiones neuronales.

El papel del ambiente en la inteligencia

Aunque la herencia genética explica una parte considerable de nuestras capacidades intelectuales, el entorno en el que crecemos es fundamental para potenciar y moldear el desarrollo cerebral. La calidad educativa, la interacción social, la nutrición y el acceso a estímulos culturales son elementos que pueden influir significativamente en el rendimiento cognitivo.

La teoría del «efecto Flynn» documenta un incremento sostenido en los puntajes de CI a lo largo de las últimas décadas en numerosos países. Estos cambios se atribuyen a mejoras ambientales, que favorecen una mayor estimulación cognitiva durante el desarrollo, lo que sugiere que el ambiente tiene la capacidad de modificar incluso las disposiciones hereditarias.

Además, estudios en niños muestran que la exposición temprana a ambientes enriquecidos –por ejemplo, a través del juego, la lectura y la interacción social– puede mejorar la plasticidad cerebral, incrementando la densidad sináptica y fortaleciendo la reserva cognitiva, lo que puede traducirse en un mejor desempeño en tareas cognitivas.

El debate: genética versus ambiente

El equilibrio entre genética y ambiente es uno de los debates más complejos en la psicología y neurociencia. Mientras que los estudios de gemelos y adopción sugieren una alta heredabilidad del CI, investigaciones en áreas como la neuroplasticidad y la intervención temprana demuestran que los entornos enriquecidos pueden compensar o potenciar las predisposiciones genéticas.

Algunos expertos sostienen que aunque la inteligencia tiene una base genética considerable, esta se ve modulada por la experiencia individual. Por ejemplo, niños que crecen en hogares estimulantes tienden a desarrollar mejores habilidades de aprendizaje y de resolución de problemas, independientemente de su carga genética. Esto evidencia una interacción bidireccional en la que un ambiente desafiante puede potenciar el desarrollo de la inteligencia heredada.

La respuesta a la pregunta “¿Se hereda la inteligencia?” no es pues blanco o negro. La ciencia actual indica que la inteligencia es el resultado de una compleja interacción entre factores genéticos y ambientales. Los genes establecen el potencial, mientras que el entorno determina en gran medida la expresión de ese potencial.

Por ello, promover entornos enriquecedores desde la infancia –a través de una buena nutrición, una educación estimulante y un ambiente social positivo– es crucial para que cada individuo alcance su máximo potencial cognitivo. En definitiva, entender la herencia de la inteligencia implica reconocer que no nacemos inteligentes o no inteligentes por pura casualidad, sino que somos el producto de la interacción dinámica entre nuestro código genético y las experiencias que vivimos.

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