Movimiento Ciudadano arranca en Córdoba con evento deslucido y sospechas de nepotismo

Si la tendencia se mantiene, la boleta de junio solo confirmará lo que muchos ya sospechan: que este “nuevo” movimiento no tiene más propósito que asegurar cuotas de poder para una familia que ha vivido del erario sin ofrecer resultados.

Efraín Hernández

Córdoba, Ver.- Lejos de representar una bocanada de aire fresco en la contienda electoral, el arranque de campaña de Samantha Vicenttini al frente del Movimiento Naranja dejó más dudas que certezas. Con un acto raquítico, en un estacionamiento sin mayor convocatoria ni contenido político, la candidata a la presidencia municipal exhibió las debilidades de un proyecto que, más que aspirar a gobernar, parece diseñado para preservar intereses familiares enquistados desde hace años en el poder local.

El evento, realizado en un predio sobre la avenida 2, apenas logró reunir a una veintena de simpatizantes. Sin respaldo ciudadano tangible ni presencia de liderazgos relevantes, fue descrito como “gris” y “carente de rumbo”. Las redes sociales intentaron maquillar el vacío con mensajes prefabricados, pero el contraste con la realidad fue evidente. La improvisación se notó tanto en la logística como en el discurso, plagado de generalidades y sin propuestas concretas para Córdoba.

Aunque la aspirante dice encabezar un proyecto ciudadano, resulta imposible ignorar la figura del Dr. Emilio Sacre, operador político del partido y artífice del grupo que desde hace años ha encontrado en el presupuesto municipal un modo de vida.

Detrás del supuesto empoderamiento de nuevas figuras, lo que se perfila es una maniobra para colocar en la regiduría primera a Nayibe Sacre González, hija del mencionado exfuncionario. Una jugada que, según fuentes internas del partido, fue orquestada desde antes del inicio formal de campaña.

Analistas locales coinciden: la candidatura de Vicenttini no representa una ruptura con el pasado, sino su continuidad bajo un nuevo empaque. El apellido Sacre ha estado ligado a cuatro administraciones municipales con saldo mediocre y múltiples señalamientos por su oportunismo político. “Lo disfrazan de cambio, pero es el mismo grupo buscando no soltar el hueso”, señaló un exmilitante.

El Movimiento Naranja enfrenta el desafío de convencer a un electorado cansado de simulaciones. Con un inicio sin estructura territorial ni base social, el proyecto luce más como una concesión negociada que como una opción real de gobierno. Mientras tanto, Emilio Sacre guarda silencio, pero su presencia es imposible de disimular: el sello de su grupo está impreso en cada movimiento de esta campaña.

Si la tendencia se mantiene, la boleta de junio solo confirmará lo que muchos ya sospechan: que este “nuevo” movimiento no tiene más propósito que asegurar cuotas de poder para una familia que ha vivido del erario sin ofrecer resultados.

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