“Todas la voces todas”: el Canto Planetario concebido por Jarquín / Beatriz Carolina Peña / Opinión

Beatriz Carolina Peña. Foto: 20 de abril de 2025. Cortesía de Beatriz Carolina
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De Beatriz Carolina Peña

“Y es verbo en lágrima” (1:411), del puertorriqueño Luis Enrique Romero, sea acaso uno de los versos que mejor condense la antología Canto Planetario: Hermandad en la Tierra (H.C EDITORES, Costa Rica, 2023), del joven compilador y escritor nicaragüense Carlos Javier Jarquín. Si sustraigo y trastrueco esas palabras de Romero, el conjunto de textos podría resumirse también en la frase “Y es lágrima en verbo”—una excreción enorme y entre salada y dulce, como el mar Caspio—. ¿Que por qué el llanto, pregunta usted? Se llora, al brote de palabras pergeñadas, por el estropicio de la Tierra, y, a la vez, por el desamor, las pérdidas, la ruindad, el abandono, la guerra, las enfermedades, las hambrunas, las inundaciones, la apatía, los prejuicios que cincelan golfos entre unos y otros seres… Ciertos versos surten amor, belleza, alegría o esperanza, pero, con frecuencia, en ellos algo perverso, y hasta inofensivo en apariencia, sale al paso. Así lo sugiere, por ejemplo, la brasileña Ester Abreu Vieira de Oliveira, a sus noventa años, en un estilo casi modernista: “En las cumbres argentinas / luz gélida resplandece, / lanza al mar / un velo de encajes azules / que en los claros bosques flotan / y se disuelven / al encontrarse con / cálidas aguas que / invitan a un caos climático” (1:127). Mientras Mbaї-adjim Timotheée, un poeta de Chad, de solo poco más de veinte años, cifra imágenes apocalípticas: “Los ríos se secan, las aguas aceitosas, los peces muertos, / miles de moscas corriendo hacia arriba y hacia abajo. / Pájaros muertos, perros, gatos hundiéndose / y causando enfermedades desconocidas” (1:17).

 

Dos volúmenes gruesos recogen quejidos (y hasta propuestas) de unos doscientos cincuenta escritores, articulados ante la tala indiscriminada, las selvas arrasadas, el envenenamiento de las aguas, el emponzoñamiento de los suelos, la desaparición de especies, la avalancha de plásticos descartados, el arrasamiento de bosques y selvas, entre otros males con que las criminales codicia e indiferencia apuñalan la naturaleza: “Ardientes y rojas motas vagan por los pantanos / huyen las sofocadas criaturas, arden las flores / el humo desgarra la atmósfera con desenfreno /  los niños se aturden, no más izadas de banderas / ¿quién provoca este desastre?” (2:250), escribe Hartinah Ahmad en Singapur. Y la polaca Ewelina Maria Bugajska-Javorka nos conmueve con su pedido: “Llora, alma mía, / ¡Llora! / Humedece los labios de la seca tierra / ¡Haz que renazca su carne agrietada!” (2:450). Ante la destrucción que se presencia y lamenta, también encontramos instancias de reproche e imputación: “¿Y cómo evitar la destrucción del planeta?, ese es el interrogante del siglo que debe preguntársele precisamente a los jerarcas del mundo, a los líderes de las grandes naciones, porque ellos son los culpables por su afán de enriquecimiento y poder desmedido” (1:327). Este segmento corresponde al hondureño Mario Hernán Ramírez, el único escritor del conjunto ahora desaparecido —falleció tres meses antes de salir el libro—, ya que otro objetivo de Canto Planetario es dar a conocer creadores contemporáneos.

Canto Planetario: Hermandad en la Tierra (HC Editores, Costa Rica, 2023). Libro disponible en Amazon en formato Kindle y pasta blanda. Foto: 28 de febrero de 2024, en Ciudad de Guatemala. Cortesía de José Eduardo Torres Madrigal.

 

Si bien hay en Canto Planetario otras piezas en prosa, como la citada de Ramírez, la poesía predomina en los dos volúmenes del compendio, de allí que les ajuste el vocablo Canto del título. Pese a la extraordinaria pluralidad de voces recogidas, es “canto” en singular pues lo alienta y concierta una angustia común ante la ruina de la celestial esfera veteada que habitamos. Es Planetario tanto porque los temas atañen a la desazón por la sobrevivencia de la Tierra, tal como la conocemos hoy, como porque los libros exhiben, en fotografías y voces, a representantes de países de los cinco continentes: África, América y Oceanía en el volumen 1 y Asia y Europa en el volumen 2. El subtítulo Hermandad en la Tierra alude al ideal de unión de los seres humanos, sin distingo de clase, fenotipo, origen, credo, edad, cultura. Apela a los aspectos que nos vinculan y, tácitamente, descarta los que podrían separarnos. Constituye además una invitación a que reclamemos y actuemos juntos para evitar las catástrofes que se ciernen. El proyecto cuenta con su propio himno y vídeo, disponibles en este enlace: Mi Canto Planetario (Vídeoclip oficial) /Himno de CANTO PLANETARIO

 

Los dos volúmenes supusieron un esfuerzo titánico del ideador Jarquín con su ingente equipo de colaboradores desinteresados. Sin apoyo económico institucional, los tomos reúnen a 268 personas de 110 países, con igual número de hombres y mujeres participantes. Hay contribuciones en árabe, bemba, igbo, bribri, maorí, setsuana, eton, quiché, maleku, urdu, lao, kaqchikel, ndelebe, tayiko, danés, kimeru, esloveno, kazajo, uzbeko, odia, kurdo, tagalo, maratí, ndebele, xhosa, tamil, entre 77 lenguas, algunas en peligro de extinción. Cada texto, transcrito primero en los caracteres propios de cada idioma, ha sido traducido al español. De un proyecto de esta magnitud y tanta apertura, no puede exigirse paridad en cuanto a la virtud lírica ni los estilos poéticos plasmados en sus páginas. Asimismo, en un contexto de preocupación ambiental, versos como los de la croata Ljubica Katić, que podrían no estar dirigidos al mundo, sino a un amante, se resignificarían como un llamado a disolver las distancias para encontrarnos: “Esta noche, déjame tocar el cielo, / dispersar la nube que nos mantiene separados” (2:436).

 

El inmenso poeta peruano César Vallejo parecería haber dudado de la trascendencia de la palabra cuando escribió: “¡Y si después de tantas palabras / no sobrevive la palabra! / ¡Si después de las alas de los pájaros, / no sobrevive el pájaro parado! / ¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo y acabemos!”. En contraste, un proyecto como Canto Planetario demuestra una fe resuelta en el poder de la palabra. Brilla el optimismo de Jarquín. Que la palabra unificadora, sensibilizadora, comprometida, educadora, difusora de tantos hombres y mujeres viaje muy lejos y se eleve muy alto y, al fin, en un coro húmedo por lágrimas de alegría, llueva gozosa sobre la Tierra recobrada.

 

Sobre la autora:

Dr. Beatriz Carolina Peña obtuvo su maestría en The City College of New York y el Ph.D. del Graduate Center (CUNY), donde este 2025 ha merecido el Premio a los Logros de Exalumnos o Alumni Achievement Award. Ha publicado artículos en revistas y volúmenes especializados. Sus libros han recibido diversos galardones en Estados Unidos, España, México, Perú y Cuba. Se ha desempeñado como profesora en varias universidades estadounidenses y, actualmente, es catedrática en Queens College (CUNY).

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