El consumo de sustancias y su relación con el comportamiento suicida

Entre sus principales consecuencias del consumo de las metanfetaminas se encuentran: problemas escolares, sociales, laborales, aumento en la ideación y el suicidio consumado, así como en la severidad de la sintomatología “depresiva” y “ansiosa”.
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Por Carlos Eduardo González Gómez

En nuestra actualidad, es común ver a jóvenes disfrutando en sus diversas formas de vivir, donde el consumo de alcohol, tabaco y drogas se ha normalizado de manera exponencial, no obstante, en algunas ocasiones este consumo puede traer consigo consecuencias muy aversivas (desagradables). Se debe ser claro, no solo el consumo de sustancias puede desencadenar consecuencias devastadoras, pues también existen las conductas sexuales riesgosas, el manejo a exceso de velocidad… Y si lo anterior es combinado, por ejemplo, con el consumo de alcohol, puede traer efectos colaterales como lo son las conductas autolesivas y el riesgo suicida, llegando a causar riesgos catastróficos muy significativo para su bienestar y vida en general.

Comportamiento suicida

El comportamiento suicida debe ser entendido como un proceso dinámico, multifactorial y escalonado, que va desde el deseo de dar fin a la misma existencia, hasta llegar al intento y el suicidio consumado (Núñez, 2024). Es imprescindible hacer mención que la comunicación suicida es una herramienta inquebrantable de prevención, especialmente en ámbitos escolares; no obstante, hay una inexistencia de instrumentos óptimos para una correcta evaluación (Rodas, 2024).

Por otro lado, algunas causas del suicidio competen a factores sociales, individuales y psicológicos y que contribuyen al riesgo de que una persona considere dar fin a su misma existencia. Ahora, dentro de aquellos factores que probabilizan el riesgo suicida se encuentran: lo que se conoce como “depresión”, “ansiedad”, desesperación, soledad, impotencia, antecedentes suicidas en la familia, experiencias aversivas, abuso de sustancias psicoactivas, falta de apoyo social, violencia familiar/laboral/física/psicológica, rechazo, “bullying”, acoso escolar, acceso a medios letales, entre otros (Chalan et al., 2024).

Conductas autodestructivas 

La literatura señala que, entre las diversas conductas autodestructivas, las relacionadas con el consumo de sustancias son las que más prevalecen. En este sentido, se ha identificado que, en el caso específico del consumo de alcohol, tanto el entorno familiar como el contexto social actúan como factores de riesgo (Valdés, 2021). No obstante, cuando se presenta impulsividad en el consumo de alcohol, especialmente cuando se combina con conductas sexuales de riesgo, se observa una mayor dependencia hacia el consumo de esta sustancia, así como un incremento en la sintomatología “depresiva”. (Leonangeli et al., 2021; Centeno, 2022). Ahora bien, las acciones que las personas realizan y que, de manera simultánea, ponen en riesgo su vida, surgen a partir de una multiplicidad de factores, entre los cuales destacan las predisposiciones personales, las influencias sociales y los problemas psicológicos. (Huerta et al., 2023).

Consumo de sustancias

El consumo de sustancias puede ser considerado para algunos como recreativo, no obstante, este tipo de consumo está influenciado por una serie de factores sociales externos que pueden facilitar, y en algunos casos promover, el uso de este tipo de sustancias. No es algo novedoso atribuir al consumo de alcohol como algo “normalizado” en jóvenes adultos, toda vez que se interrelaciona con actividades sociales (Magallanes et al., 2025). Siguiendo a los autores, el consumo de cualquier tipo de droga tiene un mayor estigma. Lo anterior, sumado a un mal manejo “emocional”, probabiliza que haya un aumento desmedido del consumo de sustancias como una forma de apaciguar o escapar de dichos problemas morales/interpersonales.

Desde coordenadas distintas, el abuso en el consumo de sustancias psicoactivas hace referencia al uso de drogas que afectan el comportamiento, el sistema nervioso central y altera el estado anímico de una persona. En dicho sentido, cuando el consumo de dichas sustancias psicoactivas se convierte en una adicción, se posibilitan detonantes de intentos suicidas, así como de sintomatologías de lo que se conoce como “depresión” y “ansiedad” (Substance Abuse and Mental Health Services Administration, 2021). Sin embargo, una realidad es que el número de suicidios viene en aumento cada año, por lo que se considera imprescindible ver la manera de incidir respecto al tema, incluyendo además programas que ayuden al decremento del consumo de sustancias psicoactivas, lo anterior una de las causas principales del penacidio (Alvarado, 2025).

Existe una multiplicidad de factores de riesgo que incrementa el consumo de sustancias, ejemplo de ello son: problemas psicológicos, ser mujer, tener una orientación sexual diferente a lo aprobado socialmente, residir en una ciudad distinta por temas relacionados a los estudios (ser foráneo), inexistencia/deficiencia de redes de apoyo y afrontar una elevada carga académica (Cañón et al., 2022). Adicionalmente, se han logrado identificar conductas “conflictivas” como ideaciones suicidas, consumo de sustancias, manejo inapropiado de la sexualidad, obstáculos en la adaptación y desempeño universitario (Cox-Landázuri & Gómez-Landázuri, 2024).

Ahora bien, el consumo de sustancias no es exclusivo de la población adulta, toda vez que el consumo de metanfetamina en la etapa de la adolescencia representa una problemática de salud pública debido a las repercusiones a posteriori que tiene en el desarrollo de este grupo poblacional (Diaz, 2025). Entre sus principales consecuencias del consumo de esta sustancia se encuentran: problemas escolares, sociales, laborales, aumento en la ideación y el suicidio consumado, así como en la severidad de la sintomatología “depresiva” y “ansiosa”.

Es preciso menciona que las drogas más consumibles y por las cuales los usuarios acuden a recibir algún tipo de tratamiento son los estimulantes de tipo anfetamínico, el alcohol, la marihuana, la cocaína, el tabaco, los inhalables y los opiáceos (CONASAMA, 2023).

Reflexiones críticas en torno al consumo de sustancias y riesgo suicida

  1. El consumo de sustancias es una conducta de escape ante el malestar. Gran parte de los individuos puede llegar a recurrir al consumo de sustancias, no únicamente por adicción, sino como una manera de hacer soportable el malestar “emocional” ante los avatares de la vida.
  2. Existe una fuerte asociación entre problemas psicológicos, consumo de sustancias y riesgo suicida. La “comorbilidad” entre lo que se conoce como “depresión”, “ansiedad” y consumo de sustancias aumenta de manera exponencial la probabilidad de riesgo suicida.
  3. Algunas sustancias pueden llegar alteran el juicio e incrementan la impulsividad suicida. El uso de drogas y alcohol tiene la probabilidad de consecuentar conductas autodestructivas, llegando a posibilitar intentos de suicidio que, en su mayoría, no habrían ocurrido en estado de sobriedad.
  4. El estigma social impide que las personas pidan ayuda. No es novedoso que en el contexto actual mexicano tanto el suicidio como la adicción al consumo de sustancias estén sólidamente estigmatizados. El temor a ser juzgados, rechazados, discriminados y criminalizados probabiliza que algunas personas oculten su sufrimiento y no busquen algún tipo de apoyo a tiempo.
  5. La marginalidad y la pobreza agravan los riesgos. Aunque no se quiera reconocer, el consumo de sustancias y el suicidio están vinculados a contextos de exclusión, violencia, falta de oportunidades, desempleo y abandono. Lo anterior, podría describirse como síntomas de estructuras sociales fallidas, no son meramente problemas individuales.
  6. El sistema de salud a menudo trata el consumo de sustancias y el suicidio como problemas aislados. La fragmentación de la atención entre problemas psicológicos y tratamiento de adicciones imposibilita una respuesta que sea integral y coordinada, reduciendo considerablemente la efectividad de las intervenciones.
  7. La criminalización del consumo contribuye al suicidio. Se debe ser crítico, es más factible para la familia que aquellas personas “consumidoras” enfrenten todo tipo de castigos legales, estigmatización, prejuicios y violencia institucional (principalmente en grupos de AA), que recibir atención y contención. Lo anterior agrava su desesperanza y aislamiento, orillando a la persona al suicidio.
  8. El entorno familiar y comunitario considerados como factores protectores y de riesgo. Ambientes familiares hostiles, violencia intrafamiliar, así como falta de redes de apoyo influyen de forma directa en el aumento del consumo de sustancias y la ideación suicida. No obstante, entornos solidarios y validantes pueden ser decisivos al momento de haber riesgo suicida.
  9. La prevención más allá de los grupos de Alcohólicos Anónimos (AA). No basta meramente con informar sobre los riesgos que hay en el consumo de sustancias y que es imprescindible el encierro, eso por sentido común se puede deducir. Lo que realmente se requiere son políticas públicas estructurales. V.gr. acceso gratuito a centros donde haya psicólogos conductistas que incidan bajo los principios de aprendizaje en los problemas psicológicos, acompañamiento psicosocial, un trabajo digno y mejores oportunidades, educación y viviendas seguras.
  10. Es urgente cambiar el paradigma: del castigo a la compasión. Es imprescindible vislumbrar el consumo de sustancias y el suicidio desde una mirada humanizadora. En muchas ocasiones son “gritos de ayuda”, no delitos, no pecados. Ver, escuchar, comprender y acompañar debe ser el caldo de cultivo que posibilite toda respuesta social y sanitaria.

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