Por: Isaac Martínez Pérez.
La reciente renuncia de Juan Pablo Sosa González, líder sindical del hospital civil Valentín Gómez Farías, a la suplencia de la candidatura de Carlos Vasconcelos Guevara a la alcaldía de Coatzacoalcos, deja al descubierto una realidad incómoda: la excelencia en el liderazgo sindical no garantiza la idoneidad para la política. Vasconcelos, un líder sindical con larga trayectoria en la CTM, ha demostrado una y otra vez una incapacidad para la política, marcada por un temperamento prepotente y un estilo de liderazgo que más bien recuerda a un cacique que a un servidor público.
Su tercera candidatura a la alcaldía de Coatzacoalcos es un ejemplo claro de esta falla. Su intento por proyectar una imagen bonachona contrasta fuertemente con su comportamiento real, caracterizado por comentarios burlescos y una falta de respeto hacia quienes lo rodean. La renuncia de Sosa González, quien ha sido objeto de sus ataques, es una muestra palpable del desgaste que genera este estilo de liderazgo.
La pregunta que surge es: ¿cómo puede alguien con este comportamiento aspirar a dirigir un municipio? ¿Acaso el poder sindical y el dinero que maneja le otorgan el derecho a humillar a quienes considera inferiores? La respuesta es un rotundo no. Gobernar un municipio requiere de empatía, diálogo y capacidad de negociación, cualidades que parecen ausentes en el perfil de Vasconcelos.
La dependencia de la población hacia él, que acude a buscar favores, no es un indicador de popularidad, sino de una situación de vulnerabilidad. La percepción de que Vasconcelos utiliza recursos sindicales para sus campañas políticas alimenta la sospecha de que su interés no radica en el bienestar de Coatzacoalcos, sino en la recuperación de inversiones fallidas, como la financiación de la campaña de Pepe Yunes a la gubernatura. La derrota de Yunes y la victoria de Rocío Nahle García parecen haber exacerbado su frustración, traduciéndose en un comportamiento aún más prepotente.
El 1 de junio, las urnas hablarán, pero la verdadera lección ya está dada: el liderazgo sindical, por más exitoso que sea, no es un pase automático al éxito político. La prepotencia, la falta de respeto y la utilización de recursos de manera cuestionable son obstáculos insalvables para quien aspira a servir al pueblo. Coatzacoalcos merece un liderazgo que se centre en sus necesidades, no en las ambiciones personales de un caudillo sindical.
Comentarios