Por: Isaac Martínez Pérez
La reciente actividad política en Veracruz revela una preocupante alianza entre el poder y el espectáculo, una simbiosis donde la música de «El Paleto» Tapia sirve como cortina de humo para las ambiciones políticas de Juan Javier Gómez Cazarin, «El Carón». La estrategia es simple, pero efectiva: utilizar la popularidad del músico para impulsar las campañas de candidatos morenistas, a cambio de jugosos contratos de obra pública una vez que estos alcancen el poder.
El ascenso y caída —o más bien, transformación— de Cazarin es un ejemplo perfecto de la corrupción sistémica que plaga la política veracruzana. De presidente de la JUCOPO, donde controló el presupuesto a su antojo, a «representante artístico» de Tapia, el cambio es solo superficial. La influencia y el poder siguen intactos, ahora disfrazados bajo el ritmo de la cumbia.
La gira de «El Paleto» por los cierres de campaña de candidatos morenistas en municipios como Jaltipan, Chinameca y San Andrés Tuxtla, no es una coincidencia. Es una estrategia calculada para movilizar votos y consolidar el poder de Cazarin a través de sus aliados. La participación de Tapia en el cierre de campaña de «Chucho Nopo» en Chinameca, a pesar de la poca asistencia y los espectaculares que denunciaban la corrupción del candidato, es una prueba de la poca importancia que le da Cazarin a la opinión pública. La estrategia es clara: comprar votos a través del entretenimiento, ignorando la indignación ciudadana.

Pero la estrategia de Cazarin no está exenta de riesgos. La creciente oposición, simbolizada por los espectaculares que denuncian a «Chucho Nopo» y la preferencia por el candidato del PRI en Chinameca, sugieren un descontento popular que podría afectar las ambiciones del «Carón». La alianza con «El Paleto» podría ser un arma de doble filo, pues la asociación con un personaje controvertido podría generar más rechazo que apoyo.
La historia de la amistad entre Cazarin y Tapia, desde los tiempos de «Junior Klan» hasta la canción «Abejita Chiquita», ilustra la profunda conexión entre el poder político y los intereses personales. Esta relación, lejos de ser una anécdota, representa la falta de transparencia y la opacidad que caracteriza la política veracruzana.
En conclusión, la gira de «El Paleto» Tapia no es más que una fachada para las ambiciones políticas de Juan Javier Gómez Cazarin. Detrás de la música y el baile, se esconde una red de corrupción que merece ser investigada y desmantelada. La ciudadanía veracruzana debe estar alerta y exigir transparencia y rendición de cuentas a sus gobernantes para evitar que este tipo de pactos sigan socavando la democracia.
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