Si no surgen retrasos, en 2028 partirá de la Tierra una sonda espacial portando un dron con propulsión a hélice, el Dragonfly, que a mediados de la década de 2030 será depositado en la superficie de Titán, una luna gigante de Saturno, convirtiéndose en el primer vehículo que explore la superficie de esa luna más allá del punto de aterrizaje. La zona investigada se centrará en el cráter Selk, un lugar muy especial porque allí podría conservarse el eslabón perdido del origen de la vida en la Tierra e hipotéticamente en otros mundos del universo.
Hace mucho tiempo que se borró todo vestigio significativo de la química primitiva de la Tierra que evolucionó hasta el escenario químico del que surgió la vida. Durante décadas, los científicos han intentado recrear esa evolución química mediante experimentos que reproducen las condiciones tempranas de la Tierra, mezclando agua con compuestos orgánicos simples para crear una “sopa prebiótica” e iniciando reacciones químicas con una descarga eléctrica emulando a un relámpago. El problema es el tiempo. La mayoría de los experimentos duran semanas, meses o, como mucho, años.
Titán, y en especial el cráter Selk, es un laboratorio químico natural donde todos los ingredientes para la vida tal como la conocemos (compuestos orgánicos, agua líquida y una fuente de energía) llevan interactuando muchísimo más tiempo que en cualquier experimento realizado en la Tierra.
En el cráter Selk no solo hay materia orgánica sino que además todo apunta a que tuvo agua líquida durante un tiempo prolongado. El impacto que formó el cráter Selk derritió el lecho de roca helada, creando un lago temporal de agua que debió permanecer en estado líquido durante cientos o miles de años bajo una capa aislante de hielo, como algunos estanques invernales en la Tierra. Si con esa agua se mezcló un anticongelante natural como el amoníaco, el lago debió permanecer en estado líquido durante más tiempo todavía, del orden de decenas de miles de años, facilitando ello las interacciones de la materia orgánica con el silicio, el fósforo, el azufre y el hierro del cuerpo asteroidal que impactó en ese punto y excavó el cráter. Esas interacciones pudieron acabar formando una “sopa primigenia” como la que en la Tierra precedió a la aparición de la vida. Esta época de “evolución prebiótica” en Titán sigue siendo más corta que el periodo de cientos de millones de años de duración durante el cual se operaron en la Tierra las transformaciones químicas que dieron paso a las primeras formas de vida, pero seguramente resulta suficiente para que se produjeran procesos químicos críticos.
Lo que puede haber en el cráter Selk es, básicamente, un experimento químico natural y de larguísima duración sobre el origen de la vida.
Aprovechándose de la densa atmósfera y la baja gravedad de Titán, el dron Dragonfly de la NASA volará entre distintos puntos del cráter Selk, separados por distancias que podrán ser del orden de kilómetros, para analizar la química de la superficie y potencialmente examinar los restos congelados de la tan buscada química prebiótica en acción.
En la preparación de la misión del Dragonfly, colaboran con la NASA diversas instituciones de dentro y fuera de Estados Unidos, incluyendo, por ejemplo al Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos y al Centro Nacional francés de Estudios Espaciales (CNES). (Fuente: NCYT de Amazings)
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