Desregulación emocional y su relación con el riesgo suicida / Carlos Eduardo González Gómez / Opinión

la desregulación emocional refleja inminentemente un malestar que “no ha encontrado espacio para expresarse”.
- en Salud

Actualmente, sentir emociones intensificadas y no saber la manera de expresarlas, además de llegar a ser muy problemático, para algunas personas puede convertirse en una carga insoportable. Se debe precisar que la llamada desregulación emocional en ningún sentido debe vislumbrarse como algún signo de debilidad, sino por el contrario, una señal de que alguien necesita ayuda, contención y escucha.

Ahora bien, el riesgo suicida no aparece de la nada. Las personas no se levantan por la mañana y se dicen: ¡Hoy tengo ganas de sentirme triste! ¡Hoy tengo ganas de estar ansiosa! En la mayoría de las ocasiones, es resultado de un intolerable malestar, donde lo único que busca la persona es simplemente dejar de estar sufrimiento. Por lo que hablar de nuestras emociones, enseñar maneras de poder gestionarlas, así como romper el silencio, es imprescindible para aminorar, en este caso, el riesgo suicida.

¿Qué hacer al respecto?

Siguiendo a Linehan (2020), las habilidades específicas de regulación emocional desde Terapia Dialectico Conductual se agrupan en los siguientes cuatro segmentos: entender y etiquetar emociones; cambiar emociones no deseadas; reducir la vulnerabilidad frente a la mente emocional; y manejar emociones extremas. En esta ocasión. se hará mención del segmento: entender y etiquetar emociones:

  • Todas las personas nacemos con la capacidad de experimentar todas las emociones. En muchas ocasiones NO podemos elegir qué sentir ya que la experiencia emocional surge en respuesta a una determinada situación.
  • Las emociones surgen debido a determinados estímulos, desencadenan cambios particulares y luego desaparecen. La investigación dice que la duración de una emoción, librada a su propio suceder sin interferencias es de 90 segundos.
  • La metáfora que solemos usar para describir la impermanencia de las emociones es la de la ola de mar. Las olas surgen, crecen, alcanzan su máxima altura y luego se desvanecen. Por eso hablamos de la ola emocional, para imaginarnos el proceso de surgimiento y desvanecimiento continuo de la experiencia.
  • Como no las elegimos, juzgar si son buenas o malas no suele ser de ayuda. Simplemente son. Pensar que una emoción es “negativa” no hará que esta se vaya. Pensar que una emoción es “positiva” no hará que esta se quede.
  • Las emociones nos informan sobre quiénes somos, cómo son nuestras relaciones y juegan un papel importante en el funcionamiento de las sociedades para mantenernos a los humanos viviendo juntos.
  • Poder poner nombre a nuestras emociones es en sí mismo un recurso útil de regulación emocional. Esto significa que cuando podemos identificar aquello que estamos sintiendo y nombrarlo estamos mejor preparados para lidiar con dicha experiencia emocional. No es lo mismo decir “me siento mal” que decir “siento tristeza”.

Reflexiones críticas en torno a la desregulación emocional y el riesgo suicida

1) Sentir no es un error, callar lo sentido sí lo puede ser. Nos hemos acostumbrado a evitar mostrar nuestra vulnerabilidad. El problema irradia en que ocultar el dolor y el sufrimiento solo nos hace que vayamos “acumulando emociones” que eventualmente, cuando menos lo consideremos, pueden desbordarse.

2) El suicidio no visto como acto de cobardía, sino como un sufrimiento ignorado. Un error enorme que cometen la mayoría de las personas es etiquetar a quien se suicida como una persona débil, ignorando que al hacer esto, se termina invalidando el dolor ajeno.

3) Hablar salva vidas, pero escuchar desde la validación puede prevenir muertes. Si prestáramos más atención, nos daríamos cuenta de que la gran mayoría de personas piden ayuda en silencio. Mostrar disponibilidad “emocional” puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

4) El estigma mata más que la enfermedad. El miedo que puede surgir a ser juzgado, discriminado, estigmatizado o ridiculizado por pedir ayuda imposibilita que muchas personas lo soliciten. La realidad es que nadie, absolutamente NADIE está exento a transitar por una vicisitud, donde se perciba al suicidio como la “solución” para dejar de sufrir. Es imprescindible saber validar, pero primordialmente saber autovalidarse.

5) El “dolor emocional” no se ve, pero se siente igual de fuerte que una herida física. Aún se carece de una comprensión clara acerca de los estragos que trae consigo la reactividad emocional en lo que compete a la intensidad del sufrimiento.

6) La prevención del suicidio empieza con vínculos reales. Los discursos que abogan en la prevención del suicidio son vacíos si estos no van acompañados de acciones concretas.

7) Si aprendemos a sostener las emociones difíciles, seremos capaces de hacer frente a la vida. La regulación de nuestras emociones no debe ser vislumbrada como control, sino más bien como comprensión. Es entender tajantemente que cada emoción tiene una función, algo que le antecede, donde ignorarla, desacreditarla, invalidarla, es el primer paso al riesgo suicida.

  1. La desregulación emocional no es debilidad, es una señal de un intolerable sufrimiento no atendido. Juzgar las emociones intensas y etiquetarlas como exageradas o innecesarias carece totalmente de sentido. Pues la desregulación emocional refleja inminentemente un malestar que “no ha encontrado espacio para expresarse”. Sensibilizarnos como sociedad significa evitar juzgar y comenzar a escuchar.

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