Ayotzinapa no es nuevo, es un proceso permanente de aniquilación de líderes sociales: escritor Francisco Cruz

Escritor Francisco Cruz

Ciudas de México, (Revolucióntrespuntocero). En 2015, durante un homenaje realizado por docentes disidentes en el Estado de México, al maestro en formación Julio César Mondragón Fontes, quien fue desollado en los hechos del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, su tío el profesor Cuitláhuac Mondragón Fontes, se acercó al escritor y periodista Francisco Cruz y le dijo “Don Francisco, ojalá que algún día le pueda dedicar cuatro líneas al caso de mi sobrino, ojalá un día lo estudie”, la respuesta inmediata fue: “profesor seguramente nos vamos encontrar pronto, porque van hacer más de cuatro líneas”.

Y así fue, puesto que este jueves 11 de agosto salió a la venta la obra periodística La guerra que nos ocultan (Edit. Planeta), un trabajo de investigación exhaustivo, que a lo largo de sus páginas logra construir una red de hechos que sin parecer que tienen conexión alguna entre sí, son parte de una profunda explicación no solamente de lo que sucedió aquella noche, sino de la crisis en la que se encuentra un país con el tejido social roto.

No hay, después de la guerra sucia, el halconazo en el 71 y el 68, un caso más emblemático de represión estudiantil que Ayotzinapa, también llamado ‘la noche de Iguala’, me parece que por el hecho, con los 43 desaparecidos, tres muertos: Daniel Solís, Julio César Ramírez y Julio César Mondragón Fontes, no hay por las condiciones que sea, otro caso que resuma en lo que sea convertido este país”, afirma en entrevista exclusiva para Revolución TRESPUNTOCERO el periodista y escritor Francisco Cruz.

El autor da a conocer que el caso de Julio César Mondragón es base para el desarrollo de lo que él llama “una telaraña de hechos”, que a su vez llegan a contradecir en el libro, a la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), quien hace semanas emitió un dictamen en el que aseguró que al joven estudiante, fue la fauna nociva de la región la que devoró su rostro.

“Somos un país que camina una carrera militar desenfrenada: el militarismo. Un país que se está armando para una guerra, invirtiéndose tan sólo en el sexenio de Peña Nieto, por lo menos 3 mil 500 millones de dólares en la compra de armamento, la modernización del ejército, todos los días tenemos un problema, grandes matanzas, tenemos fusilados en Tlatlaya, Tanhuato, Apatzingán, tenemos escuadrones de la muerte y desapariciones forzadas en Veracruz.

Es decir el tejido social está roto, el principio de convivencia pacífica está roto, hay violencia por todos lados, tenemos una guerra que está oculta, ahí tenemos un ejército que está armándose y modernizándose, está en las calles todos los días no solamente en Guerrero, también en Oaxaca, Chiapas y Tamaulipas“, es la breve descripción que da el autor sobre la radiografía social del país, la cual se puede reflejar en un claro ejemplo como el desollamiento de Julio César.

A su vez, menciona que en zonas del Estado de México, que carecen de mar y ríos, existen cuarteles de Marina y de Sedena, “estamos en una guerra no declarada, donde todo lo atribuyen al narcotráfico, así es como se le da vida a este proyecto, junto a la participación de Félix Santana Y de Miguel Ángel Alvarado, y la de la familia materna de Julio César Mondragón Fontes, ahí nace un poco la idea del libro, pero también nace porque tengo que recordar que él es un mexiquense y yo soy mexiquense, y a mí me daría vergüenza no escribir nada sobre el caso siendo mexiquense.

Me daría vergüenza salir a la calle cuando la gente sabe que escribo libros, me daría vergüenza no publicarlo. Julio César además es el gran olvidado, por la magnitud y por el número el caso inicial se centra en los 43 y los asesinatos se dejan a un lado, me parece que es comprensible, por el temor de los padres a que sus hijos hubieran sufrido lo mismo, es mejor tener una esperanza que encontrar un hijo así, sobretodo con la brutalidad con la que asesinaron a Julio, eso no se podía dejar pasar”, señala el autor.

Quien afirma que la barbarie del caso debe ser un motivo de preocupación en este país, y no se debe dejar pasar, “la bestialidad con la que torturaron desollaron a Julio César y como le llega la muerte es una bestialidad, entonces había que empezar por algo y habría que hacer algo ante esa preocupación, es un caso muy grande como para dejar que se olvide”.

En el libro, los autores presentan una versión distinta a la de la CNDH, Julio César sí fue desollado, porque existe una puntual descripción de la manera en que hicieron los cortes quirúrgicos, y la manera en que éstos inician en forma de gota en el pecho y continúan hasta desprenderle la piel a la altura del cráneo, lo cual, se presume, lo hicieron, aún estando aún vivo el estudiante normalista.

Un hilo los llevó a otro, y encontraron una madeja de hechos sucedidos en Ayotzinapa, pero que a decir por Francisco Cruz, resumen todo lo que pasa en México, en donde existe la militarización plena y un proceso aceleradisimo de mejoras del armamento militar, aunque se diga que es “un país que está en paz”, que no está en guerra.

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En La guerra que nos ocultan, los autores publican partes que se desconocen y partes que se han manipulado, “y partes donde se nos ha engañado”, comenta el autor. Así menciona que, “nadie hasta el mes pasado hablaba que Julio César tenía un teléfono celular, el mes pasado la CNDH presenta un dictamen y podemos analizar dicho documento y no vamos a coincidir con la Comisión, parece que nos está dando atole con el dedo, nos está engañando abiertamente, porque entre otras cosas que dice, es que a Julio César lo mataron porque grabó con su celular el ataque a los normalistas, quién sabía que tenía un celular, si ellos dicen que es en parte por eso entonces saben dónde está el teléfono, si ellos dicen que grabó en ataque entonces vieron las imágenes que contiene el aparato, ellos saben dónde está”, afirma Cruz.

Quien da a conocer que durante la investigación ese fue un punto fuerte y clave de su andar por la historia de los acontecimientos alrededor del caso de Julio César Mondragón. Ya que “nosotros sabíamos que tenía un teléfono, sabíamos que se lo habían robado y teníamos las huellas, de donde estaba.

No está fácil darlo a conocer porque había que hacer un trabajo previo para ir reconstruyendo la vida de Julio César el 24, 25, 26 y 27 de septiembre de 2014. Ese alguien que robó su celular lo mantuvo activo, hasta abril de 2015, sin embargo, aunque el libro salió este 11 de agosto y se está dando a conocer el hecho, ya hemos tenido algunas llamadas de personas, que no sabemos quiénes son, pero que nos dicen que celular de Julio estuvo activo hasta el mes pasado, antes que se diera a conocer este escándalo”, comenta Francisco Cruz.

Y agrega, que al teléfono, le siguieron la ruta y contra todo lo que se niega, “encontramos rastros del teléfono de Julio César desde el Cisen, rastros en el Campo Militar número 1, no sabemos quién lo tiene, pero quien lo robó es parte de los asesinos. Ellos pueden tener algunas salidas diciendo que Telcel recicló el número y se lo entregó a otra persona, pero recordemos que es el teléfono y el chip de un celular que puede resolver un crimen, debe estar bajo investigación, no se le puede dar a otra persona, si lo hicieron es gravísimo, pero el sentido común indica que no se atreverían a usar un celular que pertenecen a la escena de un asesinato brutal, así que las huellas los llevan al Cisen y al Campo militar número uno, lo que yo digo es que se la ruta de los asesinos o asesino”.

También se menciona que la familia logró probar que dicho teléfono era del joven normalista y que recientemente lo había comprado a un compañero que hoy también forma parte de los 43 normalistas desaparecidos.

“Un día nos enteramos que ese teléfono era de Julio, le seguimos el rastro y haciéndolo da resultado La guerra que nos ocultan, donde cuestionamos por qué desaparecer a 43 estudiantes y por qué asesinar a tres y por qué desollar a uno, por qué subir las fotos a Internet, quién subió las fotos a Internet, los primeros que llegaron a la escena del crimen por lo menos oficialmente son los militares. Alguien que llegó primero tomó las fotos le subió Internet, no es más que una guerra de terror visual, la fecha que se da acerca del dos de octubre. Hay que entenderlo en ese concepto, pero vamos encontrando otras cosas, el ejército estuvo ahí y por primera vez en un libro se documenta con nombre y apellido que militares estuvieron a cargo del C4.

Ellos tienen el control del C4 y lo tenían ese día, es la muerte de Julio, pero también es ir descubriendo esas hebras que aparentemente no tienen sentido pero que luego le dan sentido a un libro. Una vez que tienes los nombres de los militares a través de personajes encubiertos habría que seguir el operativo, y descubrimos que fue uno de contrainsurgencia, en su último informe el grupo interdisciplinario dijo que los encapuchados que iban cercando a los estudiantes obedecían órdenes de un personaje a través de la radio al que llamaban ‘el caminante’”.

Así es como dentro de la obra, se da cuenta de la dirección y los movimientos, que dan a conocer un operativo de contrainsurgencia, ahí también se plasma que la normal rural de Ayotzinapa si había convertido en un centro de reunión para los movimientos sociales inconformes, “porque es normal es tradicional así es en Ayotzinapa, no en balde es el emblema de la guerrilla en este país”, afirma.

Los autores también descubrieron que en los alrededores de Ayotzinapa existen yacimientos de oro, pero también de titanio, lo cual no se ha dado a conocer abiertamente, así como los yacimientos de uranio en Guerrero, “y los estudiantes estorbaban como estorban muchos de los habitantes de los pueblos de la montaña, donde se encuentran estos minerales, había que desaparecerlos, a mí me parece que por la magnitud que cobra el hecho se detiene, pero me parece parte de un proceso de aniquilamiento que además no es nuevo.

Porque cuando estudiamos la historia de Guerrero descubrimos que existen proceso para aniquilar estudiantes, académicos, maestros, líderes sociales comunitarios desde 1960. Iguala. No es nuevo, como Ayotzinapa no es nuevo es un proceso permanente de aniquilación de líderes sociales, porque en esta zona existe mayor contacto de los estudiantes con la empobrecida población de Guerrero. Y luego descubres los yacimientos de oro, titanio, de los que no nos hablan mucho, también descubres que cuando se habla de narcotráfico, los narcotraficantes parecen serviles o están al servicio de las grandes empresas mineras, porque donde hay mineras hay persecución, muerte y exterminio de manera sistemática”, sentencia Francisco Cruz.

Quien afirma que los estudiantes vienen a ser parte de esa política para exterminar pueblos enteros en Guerrero, Chiapas y Oaxaca, por la minería, “y lo sabemos porque tuvimos acceso a documentos del gobierno federal, donde se demuestra que es una cadena de titanio y uranio, entonces por eso es un libro que va atando muchas hebras y que nos lleva hasta Tlatlaya conectado con Arcelia, Guerrero, Ciudad fronteriza donde hay campos de oro y donde los narcos controlan todos los negocios alternos a la minería, entonces cobra sentido el fusilamiento de 22 jóvenes en Tlatlaya del que hoy aún no hay culpables y que ya está demostrado que fue asesinado”, añade.

Al retomar la desaparición y asesinato de normalistas, el autor firme asegura que la explicación a estos hechos, también incluyen que representaban un foco de resistencia, un foco de oposición a las mineras también, un foco de oposición al gobierno, un foco de oposición a políticas del gobierno de Peña Nieto “que nos empobrecen cada día más, de un gobierno que ha sido incapaz de responder, que es corrupto, todo esto es La guerra que nos ocultan y todo conecta, a través de los minerales”.

La obra también señala a los soldados, así el autor, cuestiona que “si los elementos que se día estaban destacamentados en Iguala no midieron la situación, una situación que iba a poner en peligro la estabilidad social del país y que iba afectar a su jefe supremo, el comandante supremo de las Fuerzas Armadas Enrique Peña Nieto, entonces hay una conspiración contra él.

Y si no hay conspiración entonces que nos digan por qué valoraron mal la situación, por eso estamos documentando, ellos tienen un manual antidisturbios que deben seguir a la línea, también están atentando contra su jefe por valorar mal, hay una serie de cosas que conectan y que está pasando en todo el país y cuando descubres que hay un teléfono porque la Comisión ya lo declaró, algo grave está pasando, algo están ocultando”.

Al retomar la manera en que asesinaron a Julio César, Francisco Cruz, señala que fue una manera de convertirlo en una especie de “trofeo”.  “Hay muchos huecos que no llena la CNDH, y que nos quiere hacer creer. La CNDH no nos ha dicho bajo qué proceso científico determinó que fue fauna cuando ni siquiera la PGR lo puedo lograr, si la Comisión verdaderamente lo logró eso significa solamente una cosa, que la Procuradora ha sido incapaz, que tiene un equipo incapaz e ineficiente o que manipuló, o que la CNDH se está prestando resolverle un caso y le está dando herramientas para darle carpetazo al caso de Julio. Tiene que explicar muchas cosas. Lo primero es el teléfono, cómo sabes que grabó los ataques, que nos enseñe el teléfono, que nos diga porque la PGR no supo hacer su trabajo, es incapaz. Esa es La guerra que nos ocultan, tratar de darle sentido a ese crimen”, afirma Francisco Cruz.

El autor hace una confesión a este medio y afirma “a mi no me hubiera gustado escribir este libro nunca, han sido muchos meses de mucho sufrimiento, de estar aguantando muchas cosas, emociones sentimientos, es muy cruel, pero ese es el país que tenemos, un país que está sumido en la violencia, que se ha vuelto muy violento, pero que lo es desde antes a través de las Fuerzas Armadas, a través de las policías; tenemos un país corrupto en el que sólo se arreglan las cosas pidiendo perdón o que te investiguen tus amigos”.

Sobre el teléfono de Julio César reitera que además de haber estado durante muchos meses más en funcionamiento, fue usado para el espionaje de los contactos del joven, “hay un acto premeditado para estar espiando desde el teléfono quién llama, y eso no tiene otro nombre más que espionaje”.

“Decidimos que la base del libro fuera el caso de Julio César, pero tiene muchos hilos de represión, desaparición, de hostigamiento, de saqueo, de corrupción”, señala Cruz, quien explica que el arte del libro en portada refleja la Operación Cóndor, que es la operación que inician los generales dictadores en Sudamérica (Uruguay, Argentina y Chile), “el cuello de Pinochet nos dice algo, me parece que es lo que está pasando en México tenemos la bota militar encima y ahí está Ayotzinapa“.

Comentarios

  1. Lideres? Cuales líderes de Ayotzinapa pinches dizque estudiantes huevones. Deberian haber estado estudiando y estarian vivos con sus padres. Y basta de esta basura «socialista».

  2. Este escritor lee mucho revistas de vaqueros, como se atreve a escribir tan semejante incongruencia acerca del Ejercito Mexicano sin tener las pruebas suficientes para denunciar este acto, este libro el cual según revela que el Ejercito y la Industria Minera están detrás de todo esto está lleno de amarillismo y sensacionalismo, solo busca llamar la atención para vender muchos libros.

  3. Que facil fue pasar a delincuentes por victimas y decir que eran estudiantes..?? jaja apoco los fueron a secuestrar a sus escuelas a estos delincuentes pero claro no faltan los que quieran sacar su beneficio propio de todo esto.

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