Investigadores aseguran que los millennials del 19-S podrían transformar a México

Foto: Carlos Altamirano/Plumas Libres
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Por Judith Amador Tello/

CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Muy poco tiempo se necesitó para que pasado el sismo del 19 de septiembre, jóvenes de todas partes llegaran a los inmuebles derrumbados en la Ciudad de México para remover los escombros y tratar de rescatar con sus propias manos a los sobrevivientes. No fue un hecho nuevo. Para muchos fue la remembranza del terremoto que en la misma fecha suscitó una movilización semejante en 1985.

Los sociólogos Héctor Castillo Berthier y Armando Bartra, junto con el investigador Alberto Híjar, ofrecen su opinión acerca de este espontáneo fenómeno y la posibilidad de que, como hace 32 años –cuando muchos salieron a votar en contra de Carlos Salinas de Gortari–, derive en una toma de conciencia y un cambio político para el país.

Acostumbrados a ser llamados ninis, millennials, generación “Peter Pan”, individualistas, apolíticos y más (para ocultar la falta de políticas concretas para ellos), estos jóvenes podrían ser los impulsores de esa transformación… Ya constataron que se puede.

Fundador del Circo Volador, centro cultural dedicado a la atención de jóvenes de sectores populares, y académico del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Castillo Berthier comenta que no ha encontrado información sobre la movilización ciudadana en el sismo de 1957, posiblemente porque la acción quedó en el Estado. Fue en 1985 cuando al ver la emergencia, la gente comenzó por ayudar primero a los vecinos más cercanos y más tarde, gracias a la comunicación por radio, se fue extendiendo a otros lugares.

Recuerda su propia experiencia, cuando con su grupo de música y otros jóvenes se organizaron frente a un “Estado muy lento, perplejo, un Estado que no estaba organizado para responder a la magnitud de un evento como éste. Eso nos fue solidarizando”.

Lo de este 2017 fue parecido. Ahora, ayudados por la telefonía celular, el GPS y las redes, los jóvenes se comunicaron más rápidamente. Le impresionó lo que lograron. En pocas horas había filas para cargar piedras, luego para llevar alimento, una “locura” que rebasó las expectativas. Al darse cuenta que había alimentos, medicinas, herramientas e incluso gente de más, organizaron brigadas para llevar ayuda a las otras entidades afectadas: Morelos, Puebla y, de la semana anterior, Chiapas, Guerrero y Oaxaca.

Para los jóvenes de ahora no basta con donar o ayudar, quieren entregar la ayuda de propia mano, cuestionan qué se hará con todo los recolectado y si los políticos pretenderán lucrar, porque “la corrupción es como un ácido: ya está metida”.

“Esta vez se rebasó la relación con el Estado porque en la comunidad de chavos no hay jerarquías, no hay títulos ni rangos, es una labor colectiva donde se suma, y la única utopía fue: ‘vamos a ayudar a la gente y a sacarla de ese lugar’. Y no hay ahí dentro una forma de organización que pueda generar el Estado, esto nos habla de una ruptura más severa que la del 85, porque el gobierno está metido en su esquema, con sus procesos, sus leyes, y no se da cuenta de que se formó una especie de familia, una familia de desconocidos que se encuentra en la calle y que empiezan a notar que juntos pueden mover las cosas de otra forma.”

Se le pregunta si de ahí se puede dar un salto a una acción política. Refiere que hay teorías sobre los millennials que hablan del nihilismo o el aislamiento de los jóvenes, como si fuera un grupo de egoístas que atienden sólo sus problemas sin preocuparse por la colectividad y sin ganas de participar políticamente. El hecho es que, según sus cifras, en 2018 votarán en México por primera vez 17 millones. Así lo comentó días antes del terremoto en una colaboración periodística “Zona Submetropolitana” del Metro:

“Dije: 17 millones de chavos sí hacen un cambio político, si toman la decisión de participar colectivamente… Tienen más información, más historia, más herramientas y medios de comunicación que antes no existían. Es una generación muy positiva que ha realizado un cambio de mayor trascendencia.”

Tras los sismos de 1985, hubo elecciones en 1988 y Salinas de Gortari llegó a la presidencia tras una dudosa “caída del sistema”, dejando en tela de juicio si el ganador había sido Cuauhtémoc Cárdenas. ¿Podría darse un fenómeno así?, se le pregunta al sociólogo.

“Dependerá de varios factores, pero una de las cuestiones centrales en 1988 fue la figura del ingeniero Cárdenas, quien había roto con el PRI. Él era priista, su papá lo había sido, y dijo: ‘ya estuvo, ya no’. Fue un llamado a la movilización, a una reconstrucción, a un movimiento diferente, y se sumó muchísima gente, por supuesto muchos jóvenes, yo entre ellos, desde luego.”

Enfatiza que nunca ha pertenecido a ningún partido político, pero se sumó con el ingeniero Heberto Castillo, y cuando él se retiró en favor de Cárdenas, pues la gente se unió:

“No sé si haya una figura que logre aglutinar como lo hizo el ingeniero Cárdenas. Era una figura muy fuerte, por ello, cuando fueron las elecciones en la Ciudad de México ganó, y muchos nos sumamos a trabajar con él con ideas para recuperar las calles…”

La historia de cómo terminó el PRD es otra, dice, y llama la atención sobre el hecho de que muchos jóvenes de entonces mantuvieron un trabajo como el del Circo Volador, que actuaba contra la violencia ejercida contra los chavos banda, como las detenciones ilegales, las razias, lo que la policía llamaba “Dispan” (dispersión de pandillas). En su opinión, se ha logrado abrir espacios, y ahora con la organización a través de las redes puede darse un contacto sistemático:

“Por todos lados hay colectividades, veo muy positiva esta forma de organización, con muchas ganas de sumarse a un cambio. Hay un rechazo directo y abierto a la corrupción y a todo lo que huela a gobierno… a partidos políticos, pero se necesita un liderazgo que aglutine.”

Lo que lamenta es que en medio de todo esto sigan apareciendo asaltantes de casas, de autos, lo cual habla de que pese a todo se mantiene presente la degradación social, y “no es fácil pensar qué hacer con eso”.

Larga tradición

Para Bartra, profesor-investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, la solidaridad de los jóvenes frente al sismo del pasado 19 de septiembre no es inesperada ni sorprendente, aunque se les vea por periodos prolongados hundidos en sus redes sociales u otro tipo de elementos que parecen distractores de los grandes problemas de la nación.

Considera que la movilización juvenil ha estado presente desde 1968, cuando se tomaron las calles por motivos políticos, “pero muy fundados”. Vino luego 1985 con una participación ciudadana, en gran medida de jóvenes. Menciona el 2012 como otro momento de sorpresiva aparición de jóvenes, de estudiantes de clase media, que luego va cobrando carácter nacional frente a una “emergencia político-electoral, cuestionando al candidato del PRI (Enrique Peña Nieto) y el papel de las televisoras”.

Ahora hay otra vez brigadas juveniles en las calles, en poblaciones cercanas, ayudando por los sismos, las inundaciones, los huracanes, y no le sorprende porque los juzga generosos, valientes, arriesgados y con iniciativa. Quizá, reflexiona, la razón por la cual aparentemente están marginados de los problemas “que los mayores sentimos deberían preocuparles, es porque se les ha inducido a pensar que no pueden hacer nada para modificar lo que no les gusta”.

No es conformismo, dice pensando en sus alumnos y muchos de los jóvenes que conoce, sino que han llegado a considerar que el mundo está mal y no está en sus manos modificar la historia, el orden social, la lógica de la economía, la corrupción, el cinismo político, y por lo tanto se concentran en lo que sí pueden cambiar: su cuerpo, pues pueden tatuarse, ponerse un piercing; su conciencia, y meterse tachas; los muros de la ciudad, y hacen grafiti, pero no mucho más, por ello “se quedan literalmente en lo epidérmico al tatuarse la piel”.

Pero “cuando hay una emergencia de este tamaño, y la gente está muriendo y sufre, o hay algo indignante como la presencia del entonces candidato Peña Nieto en la Ibero, una escuela de paga, de jóvenes acomodados que recordaba sin embargo que él fue responsable, como gobernador del Estado de México, de una violenta represión en Atenco, estos jóvenes van y manifiestan su protesta y esto va creciendo.

“La condición natural de los jóvenes es ésta: enrolarse, comprometerse, arriesgarse, pensar que quieren un mundo distinto y que deben ser reconocidos como actores de esta sociedad con la cual están inconformes.”

Respecto de la posibilidad de que este movimiento devenga en un movimiento político de cambio, como en 1988, tras el 85, Bartra responde:

“Ojalá que así fuera. Yo creo que estas cosas dejan huella, no pasan en balde, la conciencia de la gente –no sólo de la directamente involucrada, no sólo los jóvenes que participan, sino de todos– es modificada y creo que en sentido positivo. Pero no lo dejaría en el tema del 85 y la ruptura del PRI, lo vería con un poquito de más perspectiva.”

Habla entonces del 2012 como “un fenómeno terriblemente inquietante para el sistema político, porque los jóvenes aparecieron a nivel nacional” con el movimiento 132, que fue más nacional que el 68, aunque de corta duración, con una señal clara de que los jóvenes están “preocupados por su entorno y, sorprendentemente, por las elecciones”.

“Exigen que no sean manipuladas las conciencias de la gente por los medios masivos, que no haya mentiras, exigen que no haya candidatos impresentables, es decir, los jóvenes están tomándose en serio las elecciones cuando uno pensaba que les preocupaba muy poco la política.”

Un segundo movimiento de entonces a la fecha es la movilización tras la desaparición de 43 jóvenes de la Escuela Normal de Ayotzinapa, “otro tipo de jóvenes, con un protagonismo muy importante de jóvenes rurales, que están en normales rurales y que, por lo tanto, tienen un grado de conciencia, de politización y de organización que no tienen quizá otros; estamos cumpliendo un aniversario de la lucha por la aparición de los 43”.

Y ahora se da este fenómeno de conciencia ciudadana juvenil con los temblores, y “yo creo que el ambiente político es favorable para un cambio, pero también que las situaciones críticas catastróficas como éstas son aprovechadas por el régimen, por la derecha, para colocar a la ciudadanía en una disyuntiva: ¿Estás con el país? ¿Estás con México?”, y se plantea la unidad en torno a los gobernantes. Lo contrario, se dice, es generar divisionismo.

“Carlos Monsiváis lo planteaba insistentemente: Desconfíe de los llamados a la unidad nacional, sobre todo cuando vienen de los cada vez más repudiados gobernantes de este país. Y hoy tenemos un PRI diciéndonos sorpresivamente que hay que desvalorizar las elecciones, quitarle importancia a la política, retirar el presupuesto a los partidos, porque después de todo ‘nosotros compramos las elecciones con recursos privados, en todo caso’. Creo que los siniestros naturales, en un país frágil, de una sociedad muy golpeada, también están siendo utilizados para despolitizar o para tratar de despolitizar y exorcizar los fantasmas de un cambio de régimen en 2018.”

No deja de ver como preocupante y “muy descarado” que PRI, PAN y PRD hablen de quitarles el subsidio a los partidos, pues no significa que dejarán de hacer política, sino que la harán con recursos privados:

Así que “o cambiamos de gobierno o vamos a seguir remediando desde la sociedad los desastres de los cuales es cómplice el gobierno por su corrupción, impudicia, imprevisión y torpeza. Entonces, hoy hay que hacer más política porque vemos el resultado de permitir que sigua imponiéndose la política de los poderes fácticos y la política de los que hoy gobiernan”.

Sin embargo, como maestro universitario confía en que los jóvenes, al menos en la enseñanza media y superior, no se creerán esas manipulaciones; incluso son los que han impedido que se realicen clases en la UNAM, UAM y Politécnico, donde aparentemente había condiciones para regresar a los edificios, pues consideraron que no puede decretarse la normalidad si hay gente viviendo en la intemperie, y están discutiendo cómo actuar frente a la reconstrucción para que no sea oportunidad de corruptelas.

Destaca, para concluir, que la tragedia no es de la naturaleza, el cambio climático, los ciclones o las placas tectónicas, sino que hay responsables en la forma en que se construyen las viviendas en la ciudad, y una de las acciones inmediatas es que estos responsables sean sancionados, de lo contrario se repetirá el egoísmo callejero una y otra vez porque las condiciones del desastre lo propician, no factores naturales, sino los sociales.

Socialismo auténtico

Profesor retirado en las Facultades de Filosofía y Letras, y Arquitectura en la UNAM, el historiador de arte Alberto Híjar se manifiesta gratamente sorprendido por la respuesta de los jóvenes:

“Los vimos acudir solos, solas en su mayoría, y trabajar intensamente en esta vivencia que hemos tenido de asumir el trabajo socialmente necesario; no el impuesto por el mercado ni por los tratados de libre comercio, ni por la demagogia de los funcionarios. Y lo que es más sorprendente, los vimos trabajar organizadamente.”

Relata que la explanada de Ciudad Universitaria se llenó de brigadas de motociclistas, ciclistas, de todos lugares, que ocupaban un lugar de manera disciplinada para cargar cubetas de escombro “de manera incansable”. Ojalá esa motivación les dure, dice, al señalar que tantos años de corrupción y crímenes de Estado han resultado en esta emergencia civil “transclasista”.

“Prueba que puede haber un trabajo socialmente necesario por la humanidad, por el bienestar, sin importar el provecho personal.”

Destaca sobre todo esa diversidad de clases, pues lo mismo había “niños bonitos con sus motocicletas Harley-Davidson” que muchachos que no tenían más que su fuerza de trabajo, pero crearon lazos solidarios al compartir lo que podían:

“Incluso dejando hasta las botas para el siguiente turno, esto los va a marcar para toda su vida y ya habrá oportunidad de que esta puerta se politice.”

Subraya entonces:

“Al demonio con las recomendaciones de no politizar, los que politizan son los funcionarios llamando a la normalidad y a atender a la policía y al Ejército que han sido obstáculos represivos, violentos en muchas partes. Se ha probado la capacidad autogestiva de los jóvenes, tan resistentes ante cualquier autoritarismo, y ojalá –depende de nosotros los que estamos impulsando el fin de Estado represivo a cambio de estos esfuerzos comunitarios– que dé frutos. No va a ser de inmediato, pero creo que la prueba de solidaridad, de humanidad va a pesar en el futuro inmediato.”

Al preguntarle si pudiera tener un impacto en las elecciones del próximo 2018, el historiador de arte señala:

“Por lo pronto queda claro que quienes lanzaron en este último sexenio de la infamia, de la corrupción y del crimen, la consigna: ‘votes o no votes, no te representan’, lo han dejado claro. Se van a borrar los esfuerzos de la propaganda de las precandidaturas y esto va a tener sus efectos electorales, sin duda, no para que triunfe el mejor, sino para la emergencia de proyectos autogestivos, comunitarios, que no logran coordinarse, que no tienen consistencia más allá de las autocomplacencias, pero creo que esto sí va a rendir frutos políticos importantes.”

Remata: “Al fin ha quedado claro que es posible liberar el trabajo socialmente necesario –que determina el valor de las cosas– de la competitividad y demás zarandajas neoliberales, para dar lugar a esta vivencia de lo que en estricto sentido es el socialismo, lo tengan claro o no; lo construyeron y lo vivieron por unos días y eso les va a marcar la vida y lo que sigan haciendo.”

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