Preocupante desconfianza y escepticismo

- en Foro libre

Jorge  E. Lara de la Fraga/ Espacio Ciudadano

«No te rindas ni te amilanes ante las dificultades y caídas;                  date una tregua y vuelve a empezar…

Hace unos años sustrajeron de mi domicilio pertenencias de mi esposa y de un servidor; de manera inmediata notifiqué a las autoridades respectivas lo referente a dicho hurto. Personal adscrito a determinada oficina judicial de la zona inició las investigaciones en el lugar de los hechos, efectuándose los interrogatorios a los afectados, tomándose huellas dactilares en el recinto y hasta se emitió una lista de sospechosos.

La "justicia" en México se vende al mejor postor
La «justicia» en México se vende al mejor postor

En lo particular albergué esperanzas de que tal denuncia o queja permitiera el esclarecimiento de los hechos, la recuperación de lo robado y la aprehensión del o de los delincuentes. Es más, se les proporcionó a los agentes una relación de las cosas hurtadas y el domicilio del sospechoso principal. Pasaron los días y no se vieron avances de ninguna índole en esa dependencia de justicia, a pesar de nuestra insistencia reiterada. Al final de cuentas, supimos por otras fuentes que el supuesto ladrón desapareció por encanto y nosotros nunca recuperamos nada.

Vecinos y amigos que han sufrido experiencias lamentables parecidas o de mayor gravedad, me indicaron en su momento que la corrupción pulula en los medios policíacos y que no sería nada fantasioso que “los defensores del orden” hayan logrado obtener su beneficio en ese ilícito de mi familia y en otros sucesos de la misma especie, así como también haber permitido la huida de los truhanes . Al principio no le di crédito a esa versión del maridaje entre “los buenos” y “los malos”, pero después entré en sospechas cuando uno de los investigadores me sugirió insistentemente que lo apoyara en lo económico para proseguir con las pesquisas. Al poco tiempo, para colmo de males, uno de mis hijos también fue víctima de un atentado similar y se escenificó nuevamente “la parodia judicial”, sin efectos resolutivos. Desde ese entonces me transformé en una persona un tanto escéptica y desconfiada de las instancias del “orden público” y de esos funcionarios que hablan elocuentemente del estado de Derecho y en la realidad se comportan como unos sádicos del conglomerado.

Todo lo anterior viene a cuento porque hace poco leí algo sobre la desconfianza en México sobre las instituciones públicas y sin querer descubrir el agua tibia consigno que 7 de cada 10 personas sostienen que no se puede confiar en la mayoría de las personas y el 75% no conoce a alguien que le pueda ayudar a defenderse ante una injusticia y un 66% sostiene que las leyes se respetan “poco o nada”. Instituciones serias y estudios sobre la sociedad mexicana arrojan datos alarmantes: existen altos niveles de desconfianza en el prójimo y en la autoridad, particularmente en la relacionada con las instituciones encargadas de la procuración de justicia y de aquellas que tienen vinculación con los resultados que ha tenido la democracia. En tal contexto, el 60% no cree en la policía, únicamente el 3.3% confía en los jueces y el 4.4% indica que la policía es efectiva. Al respecto es muy grave y lamentable que sólo el 30% de los delitos se denuncian. De manera complementaria, los mexicanos no se sienten representados; no tienen confianza en los actores claves de la democracia ni en las instituciones más cercanas y visibles del Estado. Únicamente el 19% confía algo en los partidos políticos y el 17% en los diputados.

Una investigación reciente, donde intervinieron el COLMEX, el CIDE, el ITAM y el CIESAS permitió llegar a la conclusión de que la democracia en México se haya todavía bastante lejos de las expectativas que hace poco más de una década despertó en la población, ya que más de la mitad de las personas manifiestan descontento y afirman que el régimen no es democrático, además de que perciben un trato desigual por parte de la autoridad, de la ley y de las personas, ello a pesar de que nunca antes hubo en nuestro país tantas instituciones, recursos y programas para enfrentar la injusticia, la desigualdad y la discriminación. Los jóvenes se sienten marginados y con ausencia de oportunidades; encuentra sólo opciones de empleo temporal y con salarios bajos. Persiste un enojo significativo de ese gran sector de sangre nueva y en ese sentido bien podemos decir que el problema de la consolidación democrática en México ya no está únicamente en la transparencia de las elecciones, sino en la eficiencia de la política, en la capacidad de las instituciones públicas para resolver problemas concretos y generar la confianza debida entre la gente. En definitiva nuestro país está en una encrucijada y las soluciones no están a la vuelta de la esquina. Todos debemos trabajar y luchar por un nuevo orden de cosas.

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