Los motivos del crimen en la Narvarte

- en Foro libre

20150810194943_67Por Catalina Ruiz-Navarro/Sinembargo

Les voy a contestar la gran pregunta que aún nos ronda sobre el multihomicidio ocurrido hace dos semanas en la colonia Narvarte: ¿por qué los mataron?

A juzgar por cómo lo cuentan los medios, esta es una gran película de misterio con coloridos personajes: la activista y el fotoperiodista (¿tenían una relación sentimental o eran parte de una conspiración para revelar un secreto de Duarte que fuese aún más oscuro que la información que ya es pública?); la maquillista con conexiones en la política Michoacana; la empleada doméstica, olvidada, pero inocente, que estaba en el lugar equivocado; y, para completar este capítulo policíaco de “Medias de seda”, una colombiana, buscona y mostrona (“como somos las colombianas”), ¿edecán?, ¿trabajadora sexual?, ¿narcotraficante?, anunciaron antes de darnos su nombre y luego sacaron fotos para hacer evidente su gusto por todo lo brillante, desde el misterioso Mustang en el que “huyeron los asesinos” hasta su elección de bikinis dorados.

Entonces nos preguntamos por qué estaban estas cuatro personas juntas en el apartamento un viernes durante el día, cómo fue que la quinta roommate tuvo la suerte de salvarse por ir al trabajo (recuerden amigos, cumplir el horario godín los mantendrá a salvo). ¿Qué tenían que ver los unos con los otros? ¿Cuál es el mensaje que envía un asesinato tan brutal que según la PGJDF fue exprés: en 40 minutos, que vienen siendo 10 minutos por víctima? ¿Fue para silenciar una vez más la libertad de expresión y el ejercicio a la protesta? Esta hipótesis no es muy taquillera entre los medios oficialistas que seguro se preguntan: ¿para qué quedarnos en eso de la censura cuando tenemos a una “prostituta” y un departamento lleno de drogadictos”? Sexo, drogas y rocanrol. ¿Qué más quieren?

Porque, además, ya sabemos que en el cenicero del cuarto de Nada Vera había rastros de marihuana y que un vecino, que también contó que al departamento entraban “extranjeros de diversas nacionalidades”, les gritaba que dejaran de “quemarle las barbas al diablo” que al parecer es vernáculo para “dejen de fumar porro.” Nadia: marihuanera de vida díscola. También encontraron una sospechosísima pastilla con forma de corazón, como esa que se comió Leonardo DiCaprio en la película de Romeo y Julieta, y que después lo puso “todo loco” y por “sus locuras” todo el mundo se murió. Pero esperen, peor aún, Rubén Espinosa dio positivo para, cha channnn, ¡cocaína!

La trama del entrelíneas nos dice que seguro la colombiana era una puta que tenía tormentosos amoríos con un dealer, y Nadia y Rubén, que eran unos hedonistas irresponsables, llegaron a afteriar y le marcaron al dealer violento que en vez de venderles drogas se ensañó en asesinarlos, y torturar especialmente a Mile Virginia Martín, que, como toda femme fatale, “lo merecía”. Por ahí saltan algunos personajes secundarios como “El viene viene” y “El malabarista” a quienes podemos darles una o dos líneas en la historia, para poder así salpicar a todos los grupos vulnerables de la ciudad –porque los hombres también son discriminados por clase, no lo olvidemos–.

Con el pequeño detalle de que no vivimos en una película, sino en la realidad. En la realidad, el dealer que te lleva drogas a la casa no te mata, porque si lo hiciera se le acabaría el negocio. En la realidad, esos mismos periodistas que con altisonancia escriben “drogas”, quizás se echan ¿de vez en cuando? un pase y un porro el fin de semana igualito que Nadia y Rubén. ¿No se dan cuenta de que cuando escriben sus notas amarillistas, su hipocresía contribuye a la impunidad de los crímenes contra sus colegas? ¿De cuándo acá dar positivo en un examen de drogas prueba que se trata de un consumidor sistemático, o problemático (que no son lo mismo, hay consumidores funcionales)?  En la vida real, ese “bajo mundo de las drogas” no es tan bajo; el mundo de los consumidores es bastante pedestre y seguro, como lo atestiguan las largas filas en los baños de las fiestas del D.F.

A todas estas sería importante diferenciar entre narcotraficantes (ilegal) y consumidores (legal) y recordar que el consumo de ninguna manera implica tráfico de drogas. También que la razón del narcotráfico no son los consumidores; los consumidores existían desde siempre, mucho antes de que existieran los narcotraficantes, cuya única razón de ser es la prohibición de algunas drogas (drogas como el alcohol, la nicotina, el azúcar, y la religión no están prohibidas), prohibición que no se ha levantado porque el negocio resulta más lucrativo para “los poderosos” si se mantiene en la ilegalidad.

Pero ahora hablemos de “La colombiana”. ¿Cómo es que una muchacha “de cuna humilde” logró viajar a México y tener un Mustang? Seguro, era algo ilegal, recuerden que “todo lo del pobre es robado”. Según una nota reciente del periódico El Tiempo en Colombia, retomada en México por el semanario Proceso, Mile Virginia Martín hizo varios “viajes sospechosos al extranjero” (es que los pobres no deberían salir ni de su barrio), y el más “sospechoso” de todos es uno a España. Ejem. Y bueno, la Visa de turista en México se le había vencido y estaba de ilegal, como me imagino que están tantas mujeres colombianas y latinoamericanas. Claro, hay detalles en el expediente que nos darían a entender otra historia, pero convenientemente, no han sido filtrados a la prensa.

Otra posibilidad es que Mile Virginia Martín tuviera un sugar daddy, lo cual, que yo sepa, no es una actividad de alto riesgo, sino un arreglo de lo más común en México y en muchos lugares del mundo. Finalmente el Mustang resultó ser del “novio”, o el amante casual, Daniel Pacheco, que ha sido detenido, y en cuya foto aparece con visibles golpes en la cara. Al parecer, Pacheco es un tipo muy torpe y se dio contra el picaporte, digo, contra la patrulla, o creo que también escuché el rumor de que “se tropezó voluntariamente contra el puño cerrado de un policía”, no estoy segura, pero, en todo caso, ya saben lo fácil que es hacerse a un ojo morado en la vida cotidiana. Antes es un milagro que no hubiera chocado el Mustang.

¿Y Mile Virginia? ¿Al fin sí era “puta”? Ella ya no puede desmentirlo. Pero, ¿y si lo fuera, qué? ¿Acaso los crímenes contra las trabajadoras sexuales sí pueden quedar en la impunidad? La fama de putas que tenemos las colombianas, y de narcotraficantes, es una fama que tiene su origen en condiciones reales: nuestro país tiene un gravísimo problema de violencia, la movilidad social es prácticamente inexistente para todos y además las mujeres tienen muy pocas oportunidades laborales y más si pertenecen a la clase trabajadora. En ese panorama, que por cierto es similar al mexicano, no es de extrañarse que muchos vean en el narcotráfico su única posibilidad para ascender socialmente, y eso, es culpa de un Estado que no le ofrece oportunidades a sus ciudadanos, y, ante un problema como el narcotráfico que afecta más a los más vulnerables, termina por criminalizar la pobreza. A eso podemos sumarle las condiciones geopolíticas y climáticas que hacen de Colombia un lugar privilegiado para la producción y distribución de drogas como la cocaína y la marihuana, que sería una ventaja, y no un problema, si estas sustancias fueran legales.

Por otro lado, en Colombia, para muchas mujeres “ser bonita” es la única forma de movilidad social y muchas veces un par de tetas de silicona son cuestión de supervivencia. A eso tenemos que sumarle que Colombia vive a diario el drama de la trata de personas, especialmente de mujeres con fines de explotación sexual. Mi país es origen, paso y destino de trata de personas y cada día es más conocido por el turismo sexual. Si muchas colombianas se dedican a la prostitución es porque venimos de un país violento que trata a las mujeres como objetos (hasta nos ofrece el ministerio de cultura en sus spots publicitarios que invitan a “venir a ver nuestros, paisajes, nuestras frutas, nuestras mujeres”). Ser trabajadora sexual, no es motivo vergüenza. Pena les debe dar a los que pagan por sexo sin preguntar por las condiciones laborales de las prostitutas, a los proxenetas explotadores, a los gobiernos cómplices de la explotación del cuerpo de las mujeres. A pesar de estas condiciones adversas, todos los y las colombianas somos personas, todos existimos, todos tenemos derecho a la dignidad. Si Mile Virginia Martín era trabajadora sexual -que no lo sabemos-, eso no la hace desechable.

Todo este discurso, que pinta buenos y malos, que nos pone a los espectadores en posición de hacer un juicio moral sobre los asesinados, solo lleva a construir una insensibilidad hacia las víctimas. “No eran como nosotros, ellos eran malos” y por eso “se lo merecían”. Pero no es así. Todas las vidas importan. Todos los muertos merecen ser nombrados. Todos los crímenes deben ser investigados exhaustivamente. “Mile Virginia sí era una cualquiera, cualquiera de nosotras” dijimos el domingo en un comunicado como asamblea de colombianos en México, Me muevo por Colombia. Lo dijimos conscientes de nuestra gran vulnerabilidad como migrantes pero también lo dijimos para hacer ver que un crimen como este nos pone en peligro a todos. Por eso pedimos #JusticiaParaMile #JusticiaParaLxsCinco y memoria para, en ella, mantenerlos vivos.

Ahora que por fin están exhaustas las líneas narrativas en esta deliberación hipotética les voy a revelar la verdad: la verdadera razón por la que mataron a Nadia, Yesenia, Mile, Olivia Alejandra y Rubén. ¿Están listos?

Los mataron porque pudieron.

Porque ninguna actividad, ilegal o no, ningún oficio, ninguna nacionalidad o gentilicio es justificación o explicación de un crimen como este. Los mataron porque en la Ciudad de México se puede cometer un crimen tan atroz a plena luz del día y en una colonia de clase media, y esto puede ocurrir con la tranquilidad de que lo más probable es que quede en la impunidad. Las cinco personas asesinadas en la Narvarte presentaban, todas, formas de vulnerabilidad que los hacían invisibles ante el Estado y esto los dejaba desprotegidos: eran casi todos migrantes, realizaban oficios irregulares o mal pagados, eran ilegales, mujeres, desplazados de la violencia, parte de una clase trabajadora invisible. Hoy muchos medios de comunicación se indignan ante este ataque a la libertad de prensa, pero siguen regateando los sueldos de los periodistas, pagándoles tarde y explotando su trabajo, y este es el momento de admitir que esas prácticas laborales inventadas en tiempos de La Plantación dejan a casi todos los periodistas de México (y de América Latina) muy vulnerables. Todas estas condiciones de vida precaria que experimentaban Olivia Alejandra, Nadia, Mile, Yesenia y Rubén, -sin cuya trágica presencia este caso no habría llegado a la prensa y serían simplemente otras cuatro mujeres asesinadas- facilitaron los asesinatos.

Los mataron porque pudieron, porque las vulnerabilidades de todos se sumaron para que el crimen pudiera ocurrir,  para hacer de las cinco personas asesinadas, ciudadanos de última categoría, con menos derechos que todos los demás, y por eso, la investigación no promete ser exhaustiva y en cambio parece que se quedará en los estereotipos comunes. En la vida real, nada podemos hacer con una serie de motivos para el asesinato si no tenemos la oportunidad, y esa oportunidad, en México, es estructural: la injusticia es el estado del Estado. Desprotección e impunidad casi absoluta: por eso los mataron.

@Catalinapordios

Comentarios

¡Síguenos!

A %d blogueros les gusta esto: