La elección del menos malo con honestidad, cinismo y valentía

- en Foro libre

Por Rodrigo Zárate Moedano

De forma general los mexicanos participamos políticamente con la misma irracionalidad y sectarismo con la que actuamos como fanáticos de un equipo de fútbol. Vemos todos los defectos y marranadas de nuestros oponentes y nos hacemos de la vista gorda con las de “nuestro equipo”. Si el árbitro marca un penalti inexistente a nuestro favor “ni modo es parte de la picardía del futbol, a veces te toca aplicarla y otras que te la apliquen”; pero si lo marcan en nuestra contra uf… “árbitro vendido, hay que romperle las piernas, nos robaron”.

En cada elección, los aficionados de todos los equipos que pelean el campeonato recurren a sus columnistas y a sus medios de confianza para seguir el partido electoral. Fundamentan sus juicios en lo que sus comentaristas y canales favoritos les ofrecen, pues los consideran confiables y “objetivos”, claro, desde sus particulares posiciones ideológicas. Así, con la pasión ciega de un aficionado que da todo por su equipo, toman como hechos irrefutables las opiniones de sus fuentes de información favoritas y asumen un rol de soldado defendiendo el honor de su comunidad imaginaria. Ya sea desde una “barra brava” o desde una “barra moderada”, los aficionados defienden con pasión futbolera los colores de su equipo y la imagen honorable de su club; aunque muy probablemente la honorabilidad sea sólo una ilusión en la que creen como un acto de fe.

Como parte de la lucha por ganar el torneo, los medios de comunicación y los partidos políticos se encargan de circular información para que las aficiones documenten sus pasiones y desfoguen sus emociones en un juicio popular contra sus oponentes. En esta era de Internet en ese flujo de información se cuelan por igual informaciones fundamentadas en pruebas y datos fabricados sin fundamento. Entonces, ciegos de amor a sus equipos, los aficionados consumen y circulan los memes, las notas, los audios y las imágenes que refuerzan sus particulares visiones del mundo, sin poner mucha atención si la información proviene por ejemplo del periódico Excélsior o de su versión apócrifa “Exselsior”. Eso no importa, buscan la información que cuadra con su posición política para disfrutar de lo que en el barrio suele llamarse “una chaqueta mental”, es decir, la autocomplacencia intelectual de decir, “a huevo, aquí están las pruebas de que yo estoy en lo cierto”.

Desde el apasionamiento irracional las aficiones no conocen ni practican el significado de la palabra “autocrítica”, pues cuestionar al club de sus amores significa traicionarlo, restarle fuerza y no, en cada partido el aficionado “debe ser el jugador número 12 y apoyar a su equipo en las buenas y en las malas”. Por eso defienden “con garra” a su club y a sus jugadores cuando los contrarios los critican. Por eso atacan a sus adversarios con todo lo que tengan a su alcance, aunque sean “pruebas” chabacanas y burdamente fabricadas y distribuidas por miembros de su propia comunidad. Además, como hasta hace poco buena parte de nuestra formación emocional provenía de las telenovelas, nos encantan las historias de villanos despiadados y los aficionados ven en sus adversarios a los malos malísimos malditos que por ninguna circunstancia deben triunfar.

Lo más grave de esta situación es que ese apasionamiento irracional que desconoce la autocrítica no se limita a un determinado tipo de aficionado, aparece por igual entre sectores privilegiados y marginados, entre gente con altos estudios y gente con primaria trunca, porque eso tienen espectáculos como el fútbol o la democracia partidista en México: estimulan el apasionamiento irracional y sectario de forma democrática en todos los aficionados por igual.

Por eso, en el contexto de estas elecciones en Veracruz, he visto por ejemplo a un investigador de la Universidad Veracruzana cercano al PRI, publicar una nota periodística en Facebook, desacreditando al candidato de Morena, defendiendo la veracidad y validez de un audio como prueba irrefutable de la indecencia del candidato, pero nunca lo he visto defender como veraces y válidas las grabaciones que vinculan a miembros del gabinete presidencial al tráfico de influencias y al amaño de licitaciones para otorgar contratos a sus constructoras de cabecera. He visto a otros priistas circular notas denunciando la posesión de lujosas propiedades de dudosa procedencia del candidato del PAN-PRD, que jamás circulan notas sobre la cuestionada adquisición de la Casa Blanca del presidente Enrique Peña Nieto, ni de la casa de Malinalco del secretario de Hacienda Luis Videgaray, ni tampoco de las sospechas de enriquecimiento ilícito que pesan sobre muchos miembros de su partido.

He visto a muchos votantes del PAN fundamentar su juicio negativo hacia el candidato de Morena con base en que su admirado columnista Raymundo Riva Palacio, sin presentar pruebas, señaló que el gobernador de Veracruz, Javier Duarte hizo un pacto de impunidad con el líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador. Es decir, que acordaron una “concertacesión” para favorecer al candidato de Morena a cambio de que éste, al llegar al poder garantice la impunidad de Javier Duarte y su equipo. De modo hipócrita se escandalizan y reprueban que tenga lugar una presunta “concertacesión” que no los beneficia, cuando en 1988, el prócer panista Luis H. Álvarez presuntamente negoció “concertacesiones” con Carlos Salinas de Gortari para reconocer su “triunfo” a cambio de que el PAN ganara los gobiernos de Baja California y Guanajuato.

He visto también a muchos votantes de Morena desacreditar las críticas y a los críticos de las prácticas de los líderes de su partido, arguyendo que no hay pruebas de los que se les imputa, que todo lo presentado son montajes; sin embargo, hacen cuestionamientos similares a sus adversarios del PRI y del PAN-PRD con base en “pruebas” que también son calificadas como montajes por sus oponentes. Es decir, se acusan de corruptos unos y otros y cualquier información, sin importar su calidad, es válida para probarlo, pero esa regla sólo aplica para cuestionar a los adversarios.

De esa forma, bajo los argumentos de que “el que con lobos anda a aullar se enseña”, “dime con quién andas y te diré quién eres” y “árbol que crece torcido jamás su tronco endereza”, he visto a las aficiones de todos los equipos señalar las filiaciones previas y las amistades de los candidatos opositores como razones para desacreditarlos. Pero ninguna de las aficiones reconoce explícitamente ni cuestiona las militancias partidistas previas ni las amistades de sus candidatos favoritos.

Tampoco ninguna de las aficiones de los tres equipos más longevos del torneo, PRI, PAN y PRD recuerda jamás el pasado oscuro de las gestiones de sus partidos y sus miembros. Ni los aficionados del joven equipo Morena recuerdan el pasado de sus próceres en esos partidos. De forma sectaria, deshonesta, hipócrita y por tanto no democrática, las aficiones reprochan las filiaciones presentes y pasadas de los candidatos opositores, así como sus gestiones cuestionables y presuntamente turbias, y olvidan medir con la misma vara las de los miembros de su partido preferido.

Así, en este torneo electoral el nivel de la participación política, tanto de los miembros de los partidos como de sus aficiones, es tan bajo, primitivo y poco sofisticado como una pelea de adolescentes de esas que empiezan con un “nos vemos a la salida puto”. Una batalla campal que consiste en echarle mierda a los otros candidatos y poner la mierda propia bajo la alfombra, bien escondida. Entonces el espectáculo político se convierte en una competencia patética a ver quién tiene la cola más larga, quién tiene las peores amistades, qué grupo va a robar más y qué grupo va a robar menos. Y en el caso concreto de esta elección en Veracruz, las aficiones ciegas de amor a sus equipos se entregan al placer de animar a sus gallos al grito de “pégale al cuícaras que va a dejar libre a Duarte”, “rómpele la madre al corrupto pederasta”, “dale en la madre al cabrón que votó a favor de las reformas educativa y energética desde el congreso”.

En consecuencia, la cobertura mediática y las conversaciones de café sobre política se vuelven entonces como un programa de la señorita Laura, donde se hace un juicio popular al desgraciado en turno con base en la rumorología que mejor ha logrado posicionarse en el gusto del público, con base en las pasiones, filias y fobias de los votantes, no en los programas electorales de los candidatos. Acudimos a la arena electoral con el mismo ánimo y la misma actitud con la que vamos a ver un partido de futbol o una función de lucha libre. En nuestro conjunto somos un electorado, digamos “naquito” para provocar, gobernado por la lealtad irracional y sectaria a nuestro equipo favorito, y nos olvidamos de centrar nuestros sentidos críticamente en el estudio y debate de los planes de acción política que se nos ofrecen y en la trayectoria de quien los ofrece.

Y así, en cada nuevo torneo todos los equipos presentan a su delantero estrella como un santo inmaculado de trayectoria intachable, como el mesías que finalmente cambiará todo lo que no funciona. En cada elección todos los partidos y candidatos hacen parte de su publicidad una promesa de “cambio verdadero”; mientras el electorado “naquito” les sigue el juego, sin asumir que la posibilidad de cambio está bajo sus pies, en su cabeza, en su corazón y en sus manos. Los aficionados no reparan en que para que la vida política de nuestro Estado y nuestro país cambie, tienen que cambiar primero ellos como ciudadanos, independientemente de sus preferencias y filiaciones políticas. No asumen con coraje y honestidad una postura crítica y democrática hacia todos los candidatos y partidos, y hacia todas las opiniones y medios por igual.

Como votantes y como en cada torneo electoral, este cinco de junio tenemos la oportunidad de cambiar: dejar de ser corruptos tomando como ciertas las presuntas irregularidades de los candidatos y partidos que no nos gustan, mientras negamos la veracidad de las presuntas irregularidades cometidas por los que si nos gustan. Tenemos la oportunidad histórica de cambiar si dejamos de hacer todo como siempre lo hemos hecho. Por eso, si basamos nuestras decisiones en el «sospechosismo», lo honesto es sospechar de todos los candidatos y partidos, y de todos los comentaristas y medios por igual, y no selectivamente.

Además, al tener un sistema político manchado por la sospecha perpetua de estar podrido y corrupto desde la raíz, el contexto nos obliga a ser cínicos y aceptar con equidad que toda la política partidista es una mierda y que todos los rumores acerca de los candidatos y sus partidos son ciertos. Lo cual nos coloca en la patética situación de elegir al menos malo, al que tenga la cola menos larga, al que se le atribuyan la menor cantidad de crímenes, al que se le atribuyan las faltas menos graves; y ya si resulta ganador tendrá la oportunidad de demostrar si es o no es el villano que sus adversarios nos dijeron que era, y con base en sus acciones nosotros tendremos la oportunidad de tomar la siguiente decisión en el siguiente torneo de 2018.

Si como ciudadanos queremos impulsar un cambio radical es la hora de dejar de ser como los políticos de los partidos, es la hora de ser honestos, cínicos y valientes para actuar como nunca hemos actuado; pues si actuamos como siempre hemos hecho obtendremos el mismo resultado que hemos obtenido anteriormente una y otra vez. Para erradicar la corrupción que tanto criticamos en los partidos y sus miembros, tenemos que erradicarla primero en nuestras prácticas como electorado, como aficionados a determinados candidatos y partidos. Tenemos que asumir que la lucha política no debe ser entre izquierda, centro o derecha, sino entre ciudadanos decentes e indecentes. Y más allá de este torneo electoral, dejar las luchas egoístas e individuales construyendo honestamente relaciones sociales donde nadie se quede atrás, donde la pobreza alimentaria no coexista con la riqueza nauseabunda, donde garantizar la dignidad y el bienestar integral de todas las personas sea el objetivo central y la solidaridad, la transparencia y la rigurosa aplicación de la ley como el camino para lograrlo.

Comentarios

  1. Mi apoyo a la alianza PAN-PRD, yo no apoyo al experredista Cuitlahuac Garcia ni al expriista Manuel Lopez Obrador, el unico que dijo que iba meter a la carcel a Duarte de Ochoa es Yunes Linares. ¡Queremos ser mayoria en la camara de diputados! ¡Todo el poder al PAN-PRD!

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