Caso Duarte: pantomima de fin de sexenio

Muchos ven burla de gobierno de EPN sobre caso Duarte, la PGR no tiene nada sólido/Foto: Cuartoscuro
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ARMANDO RÍOS PITER

Un pésimo sabor a show, a teatro, a montaje. Desde mucho antes de su captura hasta el inicio del proceso, Javier Duarte, exgobernador de Veracruz, ha garantizado la percepción de que recibe ayuda para actuar con impunidad, frente a acusaciones en su contra por el desvío multimillonario de fondos (se habla de 35 mil millones), y otra, tan inmoral, como el suministro de agua destilada a niños enfermos de cáncer

24 de Julio de 2017

En 2013, la Auditoría Superior de la Federación comenzó a acumular denuncias en contra de funcionarios de la administración de Duarte, y en 2015 presentó denuncia ante la Procuraduría General de la República (PGR), luego de detectar un presunto desvío de cuatro mil millones de pesos. Sin embargo, la PGR permaneció inactiva y permitió que el exmandatario continuara imperturbable casi hasta el final de su administración, cuando él mismo decidió separarse del cargo.

Thelma Aldana Hernández, fiscal general de Guatemala, manifestó en una entrevista que Duarte no fue detenido sino hasta el 15 de abril de este año, porque la PGR no había solicitado su detención, pese a que existían noticias de su presencia en el país centroamericano, desde noviembre de 2016.

Dicha institución decidió también permanecer inmutable con los parientes cercanos al exgobernador, como su esposa Karime Macías; su cuñada Mónica Ghihan; su concuño José Armando Rodríguez Ayache, y el suertudo de su suegro, Jesús Antonio Macías, quien sostiene que obtuvo el premio gordo de la Lotería, de 50 millones de pesos. Todos fueron señalados en varias denuncias como cómplices de Duarte en el desvío de dinero.

Las mismas autoridades mexicanas han permitido, hasta hoy, que sus familiares disfruten cómodamente Europa, mientras los hace “merecedores de abundancia”, en este caso, de perdones.

La pantomima se reafirmó en la conciencia de los mexicanos durante la primera audiencia, la semana pasada, en la cual Marco Antonio del Toro, sagaz defensor de políticos delincuentes, exhibió a los blandengues fiscales de la PGR como no preparados debidamente para un caso tan importante. No pudieron demostrar su acusación de desvío de 438 millones de pesos, por carecer de pruebas. Tan sólo pudieron demostrar 38 millones.

Dieron la impresión de que prefirieron conservar el cargo y que algún poderoso les ordenó acusar sin preparación ni pruebas suficientes. Tal parece que la consigna es mostrarse inconsistentes y contradictorios, para favorecer al exfuncionario. Para muchos, ahora es explicable la sonrisa burlona que apareció en su cara antes de la extradición. Alguien seguramente le informó sobre un juicio a su favor y no pudo contenerse.

El temor de los mexicanos, de traer a Duarte a México para enjuiciarlo y exonerarlo de todos los delitos cometidos, ya tomó forma. Muchos veracruzanos se preguntan: ¿quién hará justicia a los niños que recibieron agua en lugar de quimioterapias; a los 17 periodistas asesinados; a los cientos de muertos encontrados en fosas clandestinas; a las madres de organizaciones como Solecito, que buscan a sus parientes desaparecidos como resultado de la violencia en que dejó Duarte al estado?

Los mexicanos esperan también que el PRI rinda cuentas de los cientos de millones de pesos que Duarte entregó a dicho partido con fines electorales. No sólo la explicación aún pendiente por 15 millones de pesos en efectivo asegurados en el aeropuerto de Toluca en 2012, presuntamente para la campaña del hoy presidente Peña, sino los cuantiosos recursos que envió para la reciente campaña priista a gobernador.

Las fallas en el juicio por parte de la PGR parecen más una ayuda por los favores recibidos. Duarte sabe mucho de la red de corrupción que permitió al PRI recuperar la Presidencia: ¿ayuda, a cambio de silencio?

Ahora es posible dilucidar la rima sevillana que cambió a su manera y que dijo en Guatemala, ante periodistas que cubrían su proceso de extradición: “Paciencia, prudencia, verbal contingencia, presencia o ausencia según conveniencia”. No sólo es una pantomima, es una ¡terrible burla!

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