Los motivos del lobo

- en Foro libre

Por Roberto Hurtado/

El título de este escrito es igual que el de un poema de Rubén Darío. Al final de dicho poema, extenso por cierto, el lobo explica sus motivos para volver al monte después de que San Francisco de Asís lo había convencido de que fuese pacífico y viviera en el pueblo junto con la gente (domesticado, pues). El lobo argumenta dos motivos: que no puede, ni quiere en el fondo, luchar contra su propia naturaleza de lobo y que lo ha decepcionado la hipocresía de la gente en su diario convivir ya que predican una cosa y hacen lo contrario (aunque le reconoce a San Francisco su congruencia y santidad). La moraleja de este poema-fábula es que es muy difícil (aunque no imposible) cambiar (la cabra tira el monte, pues) y que es muy fácil culpar a los demás por no haber podido lograr el cambio.

En estos días pasados, AMLO y su equipo han dejado absortos a muchos (dentro y fuera de México) por su decisión de cancelar el NAIM (el de Texcoco) y han producido un tsunami de consecuencias aún impredecibles. A todas luces es una mala decisión y una irresponsabilidad. Ante el “¿qué haacees?” (citando a Jorge Eduardo Sánchez de ESPN que utiliza la frase magistralmente cuando presenta en tv un error garrafal de algún deportista), AMLO y su equipo de colaboradores y porristas cercanos (entre ellos Martí Batres, Gerardo Fernandez Noroña, Tatiana Clouthier, Alfonso Romo, Javier Jiménez Espriú, Julio Scherer, José María Riobóo, el impresentable Antonio Attolini, entre otros) se han esmerado en proporcionar sus motivos para haberla tomado y han ido soltando, en abonos, sus explicaciones en diferentes foros. Todas la razones que esgrimen son débiles, algunas tanto que se caen por si mismas. No hay una sola que valide, racionalmente y  de manera cabal, la decisión frente a la abrumadora realidad del costo de las consecuencias. Las repasamos brevemente para sostener el punto:

1.     El pueblo decidió. La mal llamada “consulta nacional” no fue más que una mini consulta partidista en la que no se cumplían los requisitos de ley (ni éticos) para que fuese democrática, imparcial, representativa, vinculante. No representa la voluntad popular. Las encuestas previas indicaban que la preferencia de la ciudadanía era concluir la obra en Texcoco.

2.     Salvar el lago. El lago de Texcoco que aducen es inexistente. En el estudio de impacto ambiental del proyecto de Texcoco, deben estar definidos todos los resolutivos para mitigar los impactos. Es potestad de la autoridad autorizar los mismos y hacerlos cumplir. Tendrían seis años para ser estrictos en este sentido. Hubiera sido una gran victoria política y ecológica para la 4ª Transformación.

3.     Rescatar el poro hídrico. El mismo equipo de campaña ha dicho (a posteriori), ante la pregunta de cuál era el impacto sobre la superficie de lo construido, que el área afectada era mínima.

4.     Santa Lucía es mejor opción. No hay ninguna evidencia al respecto. Estudios serios indican que aeronáuticamente es incompatible operar Santa Lucía y el Benito Juárez al mismo tiempo. No hay un plan ejecutivo del proyecto, solo esbozos. No hay un estudio de impacto ambiental ni social. No hay un estudio serio de conectividad terrestre. No hay nada para decir que Santa Lucía es mejor.

5.     La preminencia del poder político ante el poder económico. Esta es una justificación meramente discursiva. ¿En qué momento estaba en jaque el poder político de quién? La obra de Texcoco es de propiedad estatal. No es un proyecto privado depredador (como pudiera haber otros). El control es totalmente del gobierno, en todos sus aspectos. Se ha dicho que quería dar un “golpe de mano” y mandar una señal clara a los poderosos empresarios de quien es el que está a cargo. Pero, ¿era necesario? ¿Necesitaba AMLO tal autoafirmación? Otros presidentes lo han hecho para legitimarse, ante serios cuestionamientos sobre la forma en como llegaban a ejercer el cargo o ante coyunturas políticas (como Carlos Salinas de Gortari con el “Quinazo” -dadas las acusaciones de fraude electoral y por el apoyo del apresado líder petrolero a Cuauhtémoc Cárdenas en la campaña electoral- o Ernesto Zedillo con el encarcelamiento de Raúl Salinas -por lo del “error de diciembre”-). Y las consecuencias (de sus ajustes de cuentas) fueron solo políticas y no económicas. Además, no era necesario porque nadie estaba cuestionando ni la legitimidad ni la fuerza del apoyo popular en la elección de AMLO. No había una coyuntura política tampoco. Un total sinsentido, pues.

6.     Combatir la corrupción. No hay una relación en cómo va a combatir la corrupción con esta decisión. No ha detallado en que consistió la corrupción en la obra de Texcoco, ni ha prometido una investigación o auditoría profunda para obtener evidencias, ni ha dicho que hará si las encuentra. A los contratistas les ha garantizado lo estipulado en los contratos.

7.     30 millones de votos el 1 de julio. Esto es una verdad de Perogrullo. La elección fue para seleccionar quienes ocuparían diferentes puestos públicos (entre ellos el de Presidente de la República), no fue un referendo, ni consulta programática, ni aprobación de una ley habilitante. Los votantes no tienen por qué justificar sus motivos para elegir a un candidato u a otro. Pueden hacerlo por voto de castigo, pueden seleccionar al que consideran el menos peor, puede gustarle un candidato por su imagen sin conocer su programa de gobierno, etcétera, etcétera. Evidentemente, quienes resultaron ganadores harán esfuerzos por llevar a cabo sus propuestas durante el período en el que estarán en funciones. Pero deben hacerlo dentro del marco de la ley. La que realmente espera la ciudadanía de los funcionarios públicos electos es que ejerzan sus funciones con ética, responsabilidad, buscando el bien común y en apego a la Constitución (que jurarán respetar).

Entonces, frente a la debilidad de los motivos explicados para haber decretado (de manera anticipada) la cancelación del aeropuerto de Texcoco, nos queda la opción de entrar en el campo de la especulación y de las teorías de conspiración. ¿Recibió amenazas de los empresarios? ¿Está coludido con Riobóo para hacer un gran negocio en Santa Lucía? ¿Es una revancha porque no le hicieron caso antes cuando cuestionaba Texcoco y las reformas de Peña Nieto? ¿Es que está queriendo probar la fidelidad de sus colaboradores? ¿Es que le está tanteando el agua a los camotes y está viendo hasta donde puede estirar la cuerda con los empresarios? ¿Qué es un bluf para tener una posición de poder al negociar la privatización son Slim?

No lo sabremos y, por eso, es justo aquí donde viene a colación el poema de Darío. Los motivos de AMLO son los del AMLO de siempre, los de un líder contestatario, desconfiado, paranoico, mitómano, rencoroso. Los de una persona visceral, autoritaria e intolerante que no permite cuestionamientos ante sus decisiones y culpa –a veces con sofismas y mentiras- a los demás de sus errores, pero que cuida –demagógicamente- las formas para que parezcan racionales, responsables, populares y democráticas. Quiere dejar de ser lobo para ser estadista pero le está costando trabajo. Es su naturaleza, pues.

 

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