«Los Populismos»

AMLO revive al populismo a lo bestia, quiere un pueblo limosnero en lugar de enseñarlo a pescar...
- en Foro libre

Por Inocencio Yáñez Vicencio

Sobre los populismos han escrito muchos (Lenin, Venturi, Germani, Ianni, Lonesu, Dahrendorf, Müller, Laclau, Finchelstein, Vallespin, Delsol, Innerarity, Hermet, Negri, etc.), pero sin duda alguna, es Ernesto Laclau, quien en su libro La razón Populista, que muy poco tiene que ver con su anterior trabajo, sobre el tema nos describe paso por paso el evangelio de este paradigma, que en España fue la cartilla del movimiento Podemos, que tiene como cabeza a Pablo Iglesias (que salvo el rótulo, nada tiene que ver con esos duartistas, que con ese nombre quieren parasitar a costa de nuestros impuestos) y que en Argentina, hasta su muerte, los Kinchner, le rendían tributo en las plazas públicas como su guía espiritual.

Por las justificaciones que da tanto Fernando Vallespin como Chantal Delsol, prefiero hablar en plural, aunque ello será para referirse al fenómeno genericamente y lo trataré en singular cuando aborde un caso específico, con la advertencia de que en un mismo lugar o época pueden presentar varios tipos de populismo.

Para Lenin el movimiento populista que surgió en 1861 para oponerse a las reformas en Rusia, era un movimiento reaccionario que estaba en contra del naciente capitalismo, porque en ese tiempo el capitalismo tenía potencial para desarrollar las fuerzas productivas, no era su camisa de fuerza como ahora.

En los años 1890, en Estados Unidos, apareció un movimiento populista contra el capitalismo que encabezaba el Peoples Party de Tom Watson, creado en oposición a las más desarrolladas elites del Este de ese país, teniendo como objetivo el retorno a la vieja comunidad fraternal y cohesionada, amenazada por las nuevas pautas del liberalismo y la modernidad, confrontándose al industrialismo, al capitalismo y al individualismo, arrojándose desde entonces a hablar en  nombre de un pueblo sin poder e inmaculado.

A propósito, nos dice Fernando Vallespin, que: Lo mínimo de la ideología populista sería, entonces, que en ella siempre hay una apelación al pueblo, y la correspondiente denuncia de una élite, subrayándose el antagonismo entre uno y otra y su vinculación a una visión de la democracia contraria a la propiamente liberal. Se habla aquí de una ideología distorsionadora.

Cas Mudde, nos dice que el populismo es una ideología centrada sobre mínimos   -thin centared- que considera a la sociedad separada básicamente en dos campos homogéneos y antagónicos, el «pueblo puro» frente a la «elite corrupta», y que sostiene que la política debe ser la expresión de una volunté général del pueblo.

Todo populismo -más en sus versiones recientes- es construido sobre una manía persecutoria, a partir de un antagonismo maniqueo esencial entre el pueblo bueno y sus enemigos, entre las virtudes de unos y los vicios de otros.

El mínimo común denominador de los movimientos populistas, Fernando Vallespin, los expresa en las siguientes coordenadas:

  1. El populismo no es en realidad una ideología política; se trata más bien de una «lógica de acción política». Más importante que los contenidos doctrinales son aquí las formulas o los estilos de los que hace uso la retórica empleada, y la manera en la que aspira a hacerse con la hegemonía. Por eso puede hablarse de un populismo de izquierda y otro de derecha. Si los contenidos ideológicos jugaran un papel central esta distinción no sería posible, o lo sería al precio de perder precisión semántica.
  2. En términos generales, responden a procesos de brusco cambio social.- modernización, industrialización, aparición de sociedades de masas, desregulaciones, liberalización, aperturas de mercados, globalizaciones, migraciones -invocando la regresión-.
  3. La reacción se expresa victimizada y dramática.
  4. La restitución se busca apelando a ese pueblo no contaminado por la «política».
  5. Para que cuaje dicho sujeto político totalizador se busca o se inventa un antagonista. El populismo siempre se articula a través de una polarización: nosotros/ellos, pueblo/élites, los de dentro/los de fuera, los de abajo/los de arriba. Y en esta distinción se le dota de un valor moral superior a la parte supuestamente agraviada, mientras que se denigra y culpabiliza a quien se carga la ofensa.
  6. El maniqueísmo lo lleva a renegar del pluralismo social. De lo que se trata es de activar y movilizar vínculos y necesidades básicas que son vistas como «naturales» y prepoliticas o que no son atendidas por el sistema representativo.
  7. Combina a la vez la «rabia» o la «furia» de los supuestos ofendidos por las élites, con la entrega casi religiosa hacia quienes cree llamados a acabar con ese estado de cosas.
  8. Utilizan un discurso ambiguo y simplificador, tanto respecto de la aprehensión de pueblo como de la definición del supuesto enemigo. Siempre están inventando un enemigo y presentándose como los únicos que nos pueden salvar de ese demonio.
  9. Rechazan la mediación. Hay un regreso al poder personalizado, todo sale del señor elegido y lo que se otorga no es como un derecho sino como acto valiente y bondadoso. El señor es todo bondad. Al diablo las instituciones. Los que hoy empadronan viejitos a nombre del gobierno mañana serán operadores electorales de su partido.
  10. Lo más relevante del populismo en el poder es el papel central que ocupa el líder y los intentos por desmantelar los poderes intermedios, propios de la dimensión liberal democrática.

Si los adversarios del populismo, empezando por el PRI, hubieran leído en 2007, que salió a la luz el libro de La razón populista de Ernesto Laclau, por lo menos se hubieran enterado como se reemplazaba el antagonismo izquierda/derecha por el antagonismo pueblo/élites políticas (mafias del poder), y sobre todo, como se hegemoniza una demanda entre el abanico existente, que en este caso fue la corrupción (claro, con la cooperación de quienes no dan respuesta a esos reclamos).

Televisa, la Iglesia, las escuelas privadas, los capitales y sus voceros le engordaron el caldo al populismo al condenar la política y a los políticos sin hacer distinción entre política y antipolítica, entre buenos políticos y malos políticos; y el PRI, ayudó al populismo, reduciéndolo a simple otorgador de dádivas, cuando hay muchos que quieren que les resuelvan sus problemas individuales aún a costa de lo público, lo que hizo, además de ridículo y mostrar ignorancia, empoderarlo.

 

 

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