Tras telón / Jorge A. Gonález
Quizá la única y mejor ópera rock montada en los últimos 20 años en la ciudad de Veracruz ha llegado.
Así podemos describir la puesta escena bajo el género musical a la obra Jesucristo Súperestrella.
Una producción de más de 20 artistas en escena, que regresó nuevamente a reafirmar su poder y su calidad sobre el escenario el pasado 17 de agosto.
El público -exceptivo- era renuente a creer que el talento en Veracruz era capaz de brillar con luz propia.
Eso fue lo que sucedió ante la mirada de todos desde las butacas del teatro Fernando Gutiérrez Barrios del municipios de Boca del Río, Veracruz.
Y es que el talento va de la mano de la constante llamada práctica, ensayo tras en sayo, y la identificación y rectificación de los detalles.
La persistencia recayó en los pilares del musical: Daniela Orlo, coreógrafa; con un trabajo apegado a la idea general del guión y diversas funciones de géneros dancísticos que revistieron el mensaje escénico.
Sin duda la organización visual y actoral, cada detalle de intencionalidad, posturas, intervenciones y lo expresado en esa burbuja llamada escenario estuvo a cargo de la dirección de Juan Pablo Solano.
Hubo tres factores que terminaron de darle el cierre final a este musical nunca antes visto desde una producción local.
Nos referimos al vestuario (Dudette) y al maquillaje (Cindy Vazlo) con cierto dejo apocalíptico, sin dejar de mencionar el poder y el empuje constante de la banda de rock de Andrés Bolaños, que no dejó -en ningún momento- que el ánimo entre el público decayera.
Si algo hay de complicado en una obra teatral, que se convierte aún más en un reto es la continuidad de emociones y acciones que no permitan que el público distraiga la mirada, y eso es un logro significativo.
Y es que Jesucristo Superestrella es un ejemplo claro de que el talento puede más que lo material, sobre un escenario austero, sobre un espacio reducido y sobre las limitaciones de producción lució como un espectáculo de los mejores
Y es que Jesucristo Superestrella es un ejemplo claro de que el talento puede más que lo material, sobre un escenario austero, sobre un espacio reducido y sobre las limitaciones de producción lució como un espectáculo de los mejores
Se trata de una adaptación en donde todos los personajes se relevantes, se describen por sí solos a partir de sus acciones y sus discursos cantados.
Nadie se pregunta quién es quién, sin que el espectador sea un habido o un docto en la lector de las sagradas escrituras.
Judas, Poncio Pilatos, Magdalena, Herodes, Anás, Salomé, y el extravagante pero no menos despiadado Herodes, los seguidores de Jesús y los romanos; todos ante un pueblo hambriento de justicia.
El cierre y la culminación del musical es quizá la mejor parte del castigo de Jesús, una crucifixión espectacular: sí, una corona de espinas, pero una cruz de tela con la que tiene el espectáculo el mayor toque estético y espectacular.
Después de ser azotado, Jesús es levantado en dos extensos tramos de tela blanca en donde le embalan los brazos en vez de ponerle clavos, y lo suspenden en el aire, en el que recae todo su peso en sus extremidades superiores. Este castigo también duele.
Y aunque la resurrección no es considerada en el musical, la fuerza de la obra recae justo en la parte contada, en el contenido del mensaje de la esperanza y el castigo, en la incredulidad y la incertidumbre, en lo que somos en realidad los seres humanos.
Tuvimos la oportunidad de estar presentes en la primera función, y lo que sí pudimos identificar fue la ingeniería de sonido que le quedó debiendo más que al público a los actores que lo estaban dando todo sobre el escenario.
No existe el hombre Perfecto, no existe una misma puesta en escena en el mismo espacio, y todo lo hecho, pensado y organizado siempre será perfectible y previsible.
Nos leemos hasta la próxima.
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