Halo de esperanza

Que solos se quedan los muertos..
- en Cultura
Por Edgar Landa Hernández.
Un grillo salta entre la hierba seca. Se detiene, mueve sus patas, las frota y emite sonidos. Una mujer se lleva las manos a su rostro, observa la tumba, busca donde reposar su sufrimiento. Llora, mueve su cabeza de un lado para otro, sigue incrédula ¡no lo puede creer! Uno de los miembros de su familia le lleva un pedazo de algodón humectado con alcohol.
La señora lo toma y lo inhala. El pariente la abraza y de nuevo caen en cascada las lágrimas. Música de desconsuelo.
Los cuestionamientos llegan, con ansia se buscan las respuestas a lo que ya se sabe. La muerte sonríe, se postra junto de ellos, los mira de reojo, toma un trozo de papel y checa los nombres, de nuevo vuelve a mirar a los deudos y mira fijamente a la que la consternación se ha apoderado de ella.
Toma su guadaña y se aleja, poco a poco la ansiedad e convierte en pasado.
Se inicia la charla, regresan las virtudes de quien habita un lugar del camposanto. Sobreviene el arrepentimiento. “El hubiera” levanta la mano.
Otros compañeros entonan sus rogaciones, letanías donde se requiere el perdón del alma que se fue.
La mujer se levanta, exclama clemencia al que mora en las alturas, el ¿Por qué? Se transforma en agradecimiento. Un pañuelo blanco seca las lágrimas.
Historias que se repiten año con año.
Las flores cubren la tumba, sólo queda un epitafio.
“En vida, hermano en vida”
Se los comparte su amigo de la eterna sonrisa
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