Recuperan las películas de Arturo Ripstein, «La mujer del puerto” y “Profundo carmesí”

La mujer del puerto

Ciudad de México (Proceso).- Dos largometrajes del cineasta Arturo Ripstein  con guiones de su esposa Paz Alicia Garciadiego: “La mujer del puerto” (México,1991) y “Profundo carmesí” (1996), fueron restaurados al fin tras muchos años de extravío… El primero, que nunca se estrenó, ya está en cartelera en el país, y el segundo se proyectó completo por una sola vez en el reciente Festival de Cine de Venecia.

Todo comenzó cuando Ripstein (D. F., 1944), en busca de una almohada en la pequeña bodega bajo la escalera de su casa de la Ciudad de México, halló una maleta con los 32 rollos de la versión original de “Profundo carmesí”, que él y su esposa llevaban años anhelando encontrar. Carentes de sonido, los llevó a la Cineteca Nacional –según cuenta el cineasta–, donde tardaron un lustro en recuperar la cinta completa, a la cual debieron cortarle para su estreno en los años noventa 25 minutos, “por moral”.

Esa búsqueda, insólitamente, los llevaría a encontrar otro filme extraviado, “La mujer del puerto”, que nunca se estrenó. Hoy las dos han sido restauradas.

Narran la historia a detalle, por Zoom, Ripstein y Garciadiego:

Tras la premiére de “Profundo carmesí” hace 32 años, no obstante el recorte de 25 minutos, les habían permitido hacer una copia completa; el material lo resguardó un amigo suyo de la Universidad de Stanford, pero al pasar del tiempo y por falta de espacio en su casa, pasó a manos de una amiga de la pareja en San Francisco, California, Estados Unidos, quien a su vez lo resguardó en un almacén de Pacific Filmes Aracade; al desaparecer la empresa, los rollos se depositaron en la Filmoteca de la UNAM, pero se descubrió que esa versión no estaba completa.

Garciadiego (D. F., 1949) y Ripstein localizaron a la amistad de Stanford, quien les informó que aún poseía el material; sin embargo, cuando lo revisaron, vieron que no se trataba de los rollos de “Profundo carmesí” sino de “La mujer del puerto”, que no habían visto en alrededor de 25 años.

Garciadiego señala que “La mujer del puerto” “es muy dura, muy adelantada a su época, que nunca se estrenó y sería fantástico decir que sufrió censura, ya que eso vende, es una buena estrategia de mercado, pero no, únicamente en ese momento nadie se arriesgó a exhibirla, y ahora, tres décadas después, hay gente que cree en ella, y finalmente se estrena restaurada y remasterizada”.

“La mujer del puerto” está basada en un cuento del francés Guy de Maupassant, el cual ha inspirado otras dos versiones nacionales, la primera de 1933, dirigida por Arcady Boytler con Andrea Palma y Domingo Soler, y la segundo de 1949, de Emilio Gómez Muriel con María Antonieta Pons y Víctor Junco. La de Ripstein formó parte de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes en 1991 y después participó en otros encuentros fílmicos internacionales.

Luego permaneció enlatada, mas en 1995 se exhibió en la Muestra Internacional de Cine de Guadalajara, mientras que en 1996 de manera limitada en España y Francia, un año más tarde en el Festival de Cine de Tesalónica en Grecia y finalmente en 1998 en Argentina.

Hacia el 2019 se volvió a proyectar en México en una retrospectiva dedicada al director, y ya la versión remasterizada se exhibió en el pasado Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2023.

La trama es protagonizada por Damián Alcázar, Evangelina Sosa y Patricia Reyes Spíndola. Trata de Perla, una adolescente que trabaja como bailarina en un cabaret y que, a la vez, es prostituida por Tomasa, su mamá, pero su vida cambia cuando conoce a “El Marro”, un marinero enfermo que se enamora perdidamente de ella y se enfrasca en una relación pasional desenfrenada, que Tomasa intentará por todos los medios terminar.

Su nacimiento

En entrevista por Zoom, Garciadiego y Ripstein recuerdan que hablaban con un amigo sobre cómo el cine de la época de oro “había fomentado la mentira que vivíamos los mexicanos sobre el país: de que somos una nación rica”. Ella enfatiza:

“Entonces, el cine mexicano había apuntalado esta versión falsa de la realidad. Está visión que nos decía que íbamos ineludiblemente a ser un país de primer mundo. ¡Falso de toda falsedad! Ya por ahí de los años ochenta nos dimos cuenta que nos habían engañado cabalmente. Ese amigo nos comentó que deberíamos realizar una película ‘chamagosa’ sobre alguna de las películas de esa época. Luego, tras un trago, regresó y nos dijo: ‘¿Qué tal ‘La mujer del puerto’? Yo no la había visto. Conocía fotografías, como me imagino que todo México, de Andrea Palma, imitando a Marlene Dietrich, y nada más. Y una vez en el Canal Once vi un pedacito del largometraje, lo pasaron en la madrugada, y me quedé dormida. Nada más tenía esa imagen, pero me gustó la idea”.

Sólo le preocupaba –dice– que el cuento y la película de Boytler se enfocan en la moralidad, “lo que es pecado y no es pecado, y con el paso de los años había cambiado enormemente eso, para el año 1993 los códigos de qué está y no permitido eran otros”. Agrega:

“Sobre todo, ¿por qué te suicidas y por qué no? habían cambiado. No digo que el suicido esté permitido ahora, ni mucho menos, pero nadie se suicida por acostarse con el hermano, si no tendríamos una ola de suicidios en la Ciudad de México. Entonces, a partir de eso, pensé: ¿Cómo cuento el guion para que siga teniendo vigencia?”.

Deseaba darle vigencia y sentido a la cinta:

“Se me ocurrió contarla con tres ópticas. Me gustó más la versión de la madre que del padre, y fue la primera vez que trabajamos con Patricia Reyes Spíndola. Entonces hicimos esos tres enfoques, donde la trama avanza pero además hay cambios de óptica muy sutiles y a veces no tan sutiles en la que ves cómo la hija ve a la madre, cómo la madre ve al hijo, los pequeños reproches, las pequeñas sutilezas en los puntos de vista, y luego un epílogo, donde les damos el paraíso”.

El “encanto” de los guiones de Paz Alicia
Al elenco lo buscaron. Sobre el guion, dice Ripstein:

“El guion era, como todos los que he leído de Paz, muy lindo. Un guion que me provocaba abandonar todo lo que estaba alrededor y todo lo que yo había propuesto, visto y tenía ganas de hacer, y concentrarme en ese porque era un guión que leído era una hermosura. A mí siempre me han sorprendido mucho los guiones de Paz, los leo y me cautivan. Me encantan, que es el término que usaba Robert Louis Stevenson para decir que sin encanto no hay narrativa. La historia fuimos construyéndola a partir del guión que teníamos. Discutimos mucho con el fotógrafo Ángel Goded y con los equipos de decoración, en fin, y al mismo tiempo trabajaba con los actores, que es mi método de hacer las cosas”.

Contento, específica:

“Hay una reunión en donde todos nos juntamos, y se les explica qué es lo que se quiere hacer, para que todos hagamos exactamente la misma película y no cada quien haga la suya, que suele ocurrir muchas veces que el actor A está en un tono y el actor B en el opuesto, o que la fotografía no tiene que ver con la historia que se narra. Y a mí lo que me interesa es homologar, es la coherencia, y para la coherencia hay que tener un método y el método es el que yo utilizo, secreto”.

Se le menciona que “La mujer del puerto” recuerda al poema de José Gorostiza “La orilla del mar” que dice que la orilla del mar está entre el agua y la arena, pero que no es ninguna de las dos, que la arena de la orilla está formada por muchos tipos de arena, por muchos tipos de rocas como las personas y sus maneras de ser y vivir. Y se les pregunta, ¿cómo fue construir en ese momento ese ambiente impuro, escandaloso y pobre?

Ripstein toma la delantera:

“Siempre he dicho que nunca he pretendido hacer un cine antropológicamente válido. Un cine que refleje la realidad, porque yo desconfío mucho de la realidad. La realidad es interpretativa. Es breve o es eterna. Lo que hago es inventarme un mundo en donde yo encajo las cosas que están pensadas para que ese mundo exista, para adornar ese mundo, para darle sentido, para darle base y raíz a ese mundo que es no de la realidad, sino de lo contrario a la realidad”.

Mientras lo mira Garciadiego, anexa: 

“Es construir otra verdad que sea distinta a la realidad. Entonces, basado en esos términos, la película se fue construyendo a partir de vivir un mundo secreto, oculto, distinto. Los pocos que vieron la película en aquellos años me decían que era un retrato feroz de México, y no había pretendido hacerlo de ninguna manera. ¡Ocurrió!”.

Garciadiego lo interrumpe:

“Espérame… lo que decían concretamente es que había una crítica feroz al PRI. Yo todavía sigo preguntándome, ¿en dónde está el PRI en la película?”.

El realizador interviene de nuevo:

“Manifestaban: es demostrar que México es atroz, y yo dije: ‘¡No!, es demostrar que haber nacido en un burdel es atroz’. Eso no tiene nada que ver con la geopolítica. Es nada más lo determinante de una serie de opciones de la vida, ¡eso es terrible!, pero no necesariamente es una descripción de mi país. No obstante, no vivo en un mundo de fantasía, vivo en México, que a estas alturas es casi un mundo de fantasía, pero de la terrible, y es el país que yo quiero y el país que yo odio. Es la ciudad que yo quiero y la ciudad que yo odio. Aquí he hecho todo, y yo le debo todo a esta nación, y por supuesto a esta ciudad”.

En tanto, Garciadiego relata que la locación donde simula el burdel, se encuentra en la calle de Donceles esquina con Argentina, en Centro Histórico de la Ciudad de México:

“Yo trabajaba por ahí, pasaba y me metía, y me fascinaba ese palacete caído, rehuido. Me encantaba la decadencia que mostraba. Entonces se lo enseñé a Ripstein y era perfecto para el prostíbulo”.

Enseguida Ripstein disipa:

“Lo escogimos porque nos gusta, por bonito. A final de cuentas, el largometraje es un resultado narrativo, muy trágico, muy fuerte, muy feroz. Es una película muy brutal, pero muy chistosa. Está plagada del inevitable humor que me permea y que me conduce y que es uno de mis demonios familiares”.

–Su cine refleja esos crudos cuadros realistas de seres marginados, prostitutas y padrotes, pero al mismo tiempo hay una idealización poética de estos seres porque son tiernos y peligrosos, frágiles y fuertes, elocuentes y vulgares. ¿Es fácil mostrar los dos lados de la moneda en una película?

Sin demora, Ripstein aclara:

“Lo que sí no puedo juzgar, y te agradezco mucho que eso tú lo digas, es que hay un cariz poético en eso. Uno no anda diciendo por la vida: ‘Tengo una película poética’, o que mi próximo proyecto es una obra maestra. Hay varios de mis colegas que lo han dicho siempre: ‘¡Vas a ver lo que voy hacer!…’. Uno quiere filmar lo que quiere firmar, pero sale lo que sale. Yo pretendo esto, pero sale esto, en fin, y ahí nos tenemos que refugiar, y sí, claro, darle vuelta al punto de vista que uno tiene sobre una cosa, buscar las facetas, buscar los dobleces, buscar el otro lado de la moneda es lo deseable, porque entonces existe la posibilidad del misterio, que es el fundamento de todo arte”.

El extravío
Al cuestionarles ¿cómo es que no encontraban “La mujer del puerto”?, el director subraya:

“No te lo puedo decir porque no tenemos el tiempo suficiente. Es un relato que dura exactamente tres horas veinticinco minutos. De verdad es un relato complejísimo, larguísimo. De todas las vicisitudes de esta película en donde hubo absolutamente de todo, asaltos, pérdida del material, pleitos a muerte entre los productores que terminaban en la cárcel, no por nosotros sino por otras circunstancias, en fin. Hay mil, mil anécdotas respecto a por qué no se pudo estrenar. No existía la película, la película finalmente existe ahora”.

Garciadiego eleva la voz:

“¡Se nos perdió por décadas!”.

Ripstein continúa:

“Llegó un momento en el que yo le dije a Paz: ‘Yo creo que no la firmamos, es una alucinación, pensamos que la habíamos rodado, pero no’. No existían ni fotografías de la película. Entonces llegó un momento en el que ya derrotado dije: ‘Fue una alucinación múltiple entre tú y yo de que habíamos hecho esa película y no la hicimos nunca’. Y nosotros estamos convencidos de que había sido un sueño, de que no existía la película”.

La escritora cinematográfica rápidamente fundamenta:

“Como dolía, dejamos de pensar en la posibilidad de encontrarla”.

Ripstein suma:

“Me da mucha pena perder una película que me gusta mucho, pero es una historia divertidísima. Algún día la narraré con todos sus detalles.

Es un júbilo que el largometraje esté finalmente en existencia y en vigencia. Lo que quiero es que después de sus treinta años de vida, tenga una vigencia, siga emocionando.

“Si hay espectadores que de pronto entienden que la película es un alegato antropológico, pues bienvenido sea. Si hay espectadores que creen que es un reflejo de México y que México sí efectivamente está jodido, pues bienvenido sea, y si es un reflejo como diría el caricaturita Abel Quezada, vivimos el mejor de los mundos posibles, pues también bienvenido sea”.

En Venencia
–¿Cuál es su sentir de que al mismo tiempo que se halla en cartelera “La mujer del puerto” se proyectó “Profundo carmesí” en la sección Venice Classics del Festival Internacional de Cine de Venecia 2023?

Al instante, Ripstein contesta:

“¡Dos películas muy cercanas a mi corazoncito que de pronto ya no estaban! De una tenía yo la espina clavada de que le habían cortado veintitantos minutos: la de ‘Profundo carmesí’. Y conseguir esos veintitantos minutos fue también un trabajo de años y años y muchas vicisitudes. Al final de cuentas encontramos el material y estuvimos cinco años trabajando con la Cineteca Nacional para su restauración. Ahora que ya se incluyeron esas escenas que se le habían cortado, la película cambia de cariz”.

Intercede Garciadiego:

“Es muy curioso cómo se ve la película. Se siente de forma distinta. Es la misma trama, son los mismos dos asesinos matando a tres mujeres de la misma manera, sin embargo, la forma como se llega a los asesinos y cómo los vas conociendo, es totalmente distinta, y eso modifica tu relación con la historia. Es muy curioso. Cuando me lo dijo Ripstein, yo dije: ¿cómo va a ser?, y sí, tenía razón”.

Por contrato, la duración de “Profundo carmesí” no debía superar las dos horas. Mas el filme también sufrió censura:

“Marin Karmitz, productor francés, me cortó tres escenas por reprobación moral”.

La cinta, basada en hechos reales, se ubica en el México de 1949. Cuando el español Nicolás Estrella (Daniel Giménez Cacho), un timador de poca monta, descubre que Coral Fabre (Regina Orozco), una de las mujeres a las que ha estafado, ha abandonado a sus hijos para escaparse con él, comprende que un amor tan grande no puede ser falso. Para realizar un sacrificio así hay que amar sobremanera. De este modo, Nicolás comprende que su vida pasada ha sido vacía e inútil. Él nunca ha amado de verdad, sólo se ha aprovechado de las mujeres. Pero Coral lo ha dejado todo por él y debe corresponderle.

A Garciadiego y a Ripstein se les subraya que además “Profundo carmesí” refleja en este momento un tema muy difícil, no nada más para México sino en todo el mundo: los feminicidios. Y rotundo, Ripstein completa:

“Es una casualidad atroz. Cuando pones una película basada en un hecho real crees que todo mundo va a decir: “ajá”, y eso va a gustar, pero no, es una circunstancia más casual. Este hombre mataba mujeres y matar mujeres es la historia de la humanidad, no es de ahora, es de siempre”.

Sin demora, Graciadiego redondea:

“Cuando adaptamos ‘Profundo carmesí’ discutimos largamente sobre si era posible que esta historia pasara en México, porque lo que asumíamos es que había ocurrido en Estados Unidos, donde la gente vive más aislada, y era factible que eso sucediera. En México, donde las mujeres en general están rodeadas de los vecinos, la familia, era más difícil que las embaucaran, y sin embargo ahorita esa consideración ya no existe”.

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