El Imco de Fierabrás/El Cristalazo

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- en Opinión

Quien haya leído El Quijote, así sea en la versión de Severo Mirón (tres minutos), recordará el bálsamo de Fierabrás, un mejunje capaz de curarlo todo, pero cuyo efecto diarreico y vomitivo hizo estragos en el Caballero Andante y su rústico escudero.

Cervantes prueba cómo los potajes bendecidos con 80 “Padres nuestros” no sirven para nada, o al menos no sirven ni siquiera para aquello cuya curación simple se puede hallar en otra parte.

Nosotros, en los asuntos sociales, ya tenemos a nuestro Fierabrás. Es el célebre Imco (Instituto Mexicano de la Competitividad), cuyas recetas nos alivian de todos los males de la sociedad, los presentes y los futuros.

—¿Tiene usted una sociedad corrupta, enferma, proclive a la transa y el atropello?

Dele cucharaditas de Imcomicina, de preferencia de tres en tres o de “3 de 3”, como se hizo con aquella famosa iniciativa de aplicación universal, menos para quienes la propusieron, cuyos efectos terapéuticos nos libran del cáncer de la corrupción.

—¿Quiere usted cambiar la estructura, orientación y códigos de ética de los medios de comunicación?

Pues aplique el recetario del Imco, el cual le dirá la diferencia entre un paquete de papel entintado y un periódico de verdad, como acaba de hacer con un diario de Bucareli.

Ahora la Imcomicina nos surte una nueva prescripción: para evitar los problemas de la excesiva cantidad de automóviles en una ciudad mal organizada y sin estacionamientos, limite usted cada vez más los sitios de aparcamiento, como dicen en España.

Con base en un estudio de ese instituto privado, según el cual el dolor de los callos no se resuelve con un cambio de calzado, sino cortándose el pie, la ciudad de México necesita “revisar las políticas de desarrollo urbano y movilidad que son contrarias a un modelo de desarrollo compacto, incluyente y sostenible”.

Y sin explicar el significado de un modelo de desarrollo compacto, incluyente y sostenido, el balsámico Imco nos receta esta diagnóstico:

“…La suposición de que el requisito de cajones de estacionamiento ayuda a mitigar la congestión vial es errónea ya que representa un subsidio al automóvil (¿es igual subsidio a fomento?) e incentiva su uso.

“La garantía de estacionamiento abundante y accesible se traduce en más congestión vehicular y mayores emisiones de contaminantes, que repercuten negativamente en la salud y productividad de las personas”.

Aquí deberíamos preguntar algo: ¿por qué en lugar de limitar los estacionamientos no se limitan los automóviles y se hacen zonas de aparcamiento para los ya existentes?

“El crecimiento desproporcionado del espacio para estacionamiento de automóviles en la CDMX incentiva un mayor uso de los vehículos y se desperdicia suelo urbano bien ubicado y conectado…

“…En México entre 2009 y 2013, de los más de 16 millones de m2 proyectados de desarrollos inmobiliarios, 42% son de estacionamiento, con lo cual se sumarían más de 250 mil cajones…

“…Este es el caso de los requerimientos de estacionamiento tanto para las nuevas construcciones (definidos en el Reglamento de Construcciones y su norma técnica complementaria) como para los establecimientos mercantiles (definidos en la Ley de Establecimientos Mercantiles).

De acuerdo con el análisis del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ya tenemos más institutos que estacionamientos) la normatividad vigente parte de la premisa errónea de que un mayor espacio para estacionamiento ayuda a mitigar la congestión vial (no es cierto, nada más ayuda a guardar los patas de hule).

“En la práctica, esto representa un subsidio al automóvil, ya que al asegurar el estacionamiento en el origen y destino de un viaje se incentiva su uso”.

Con esa discutible lógica, los responsables de la congestión vehicular no son los estacionamientos (insuficientes a todas luces) sino los bancos y las sociedades de crédito, capaces de financiar un automóvil por cuatro o cinco mil pesos de enganche y pagos perpetuos. Pero los miles y miles de autos ya están aquí, congestionando calles, avenidas, bulevares y banquetas.

Sigue el Imco:

“… La tendencia internacional (cuando no hay razones hay imitaciones) es hacia una eliminación de los mínimos de estacionamientos para cambiarla por máximos en la mayoría de las ciudades:

“Desde 1982, Nueva York (con 500 kilómetros de Metro en servicio, contra nuestros escuálidos 130) estableció un límite máximo al número de cajones de estacionamiento en el centro de Manhattan para controlar el nivel ofertado. Como resultado, el número total de espacios en estacionamientos públicos se redujo de 127 mil a 102 mil de 1978 a 2010”. ¿Y?

Pues vaya cosa, ahora ya no se puede usted estacionar en Park Avenue, aunque viva en Pantitlán.

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