Aeropuerto sin alas, la ruina/ El Cristalazo

Al 65% se va a quedar el nuevo aeropuerto internacional de la CDMX
- en Opinión

El todavía inexistente Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México debió haberse iniciado en los tiempos de la bonanza petrolera de José López Portillo. Ya existían los planos, los estudios y hasta arquitectura de Pedro Ramírez Vázquez. Si se hubiera actuado con responsabilidad, hoy estaríamos discutiendo, quizá, sus ampliaciones.

Pero como la tradición nacional es perder el tiempo, complicar las cosas, derrochar el dinero, guardarlo en bolsas de rapiña y corrupción, y tomar, al final, las peores decisiones, el aeropuerto durmió el sueño de los justos mientras los antiguos llanos del oriente se llenaban de pegotes, extensiones, nuevos edificios y hasta la Terminal II, cuya pésima planeación (el arquitecto, no el calculista, justo es decirlo, fue Serrano), la ha convertido en una balsa en hundimiento.

El edificio se sume y se sume, sin remedio, en los viejos sedimentos del gran charco de Texcoco.

Sin embargo, y después del desastre del proyecto iniciado por Vicente Fox con una pésima estrategia de expropiación (éste es el único país del mundo donde una expropiación requiere maniobras políticas, previas, en lugar de un manotazo y un sanseacabó a tiempo), el gobierno le dio la vuelta a los activistas de Atenco (a quienes ya les había puesto un bienhechor “estatequieto”, para escándalo de los bien portados), y en terrenos de propiedad federal comenzó la construcción proyectada por Norman Foster, quien se trajo la experiencia acuática de Hong Kong, al pastoso subsuelo texcocano.

Y si bien la construcción avanza con celeridad, eso no impide los obstáculos y las oposiciones. La principal de ellas,  de quien estimuló hace 12 años la danza de los machetes, con los Del Valle al frente, en los tiempos de Fox: el domador de tigres, Andrés Manuel López.

Su más reciente declaración ante los asustados banqueros, quienes tenían ojos de sorpresa, fue la reiteración de su voluntad: trasladar —como un niño con su Lego—, la base aérea de Santa Lucía y cerrar estas obras.

¿Cuánto dinero está en juego?

Poco, una bicoca para quien no sepa sumar más allá de las cuentas alegres de vivir con 50 mil pesos al mes, mantener casa, hijos y familia:

De acuerdo con los datos publicados, “(EF). – El Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) tiene un avance de 65.5 por ciento en la asignación de los montos de inversión de los contratos, respecto del valor total de la obra.

“El monto otorgado hasta el jueves fue de 121 mil 939 millones de pesos, de acuerdo con datos vertidos en el sistema Compranet del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México (GACM), organismo encargado de la construcción de la nueva terminal, así como de la Comisión Nacional de Agua (Conagua).

“Ese monto representa el 65.5 por ciento de valor de la obra, si se considera la última actualización de 186 mil 123 millones de pesos que costará, según Hacienda”.

Ciento ochenta y seis mil millones de pesos en contratos. Todo a una carta. Y la carta está marcada.

El problema radica en una simpleza intelectual: toda obra, toda asignación, todo contrato, engendra o oculta actos de corrupción, por eso se deben evitar estas obras. No hagamos nada porque así evitamos el riesgo de pecar.

Pero si yo las hago, entonces adquieren garantía de santidad.

Y eso es absolutamente falso en los dos casos.

AUDITOR

En una mesa del restaurante 1857 de la Cámara de Diputados, David Colmenares habla con varios amigos. En el salón de sesiones se recoge, por cédula, la votación para designar al nuevo Auditor Superior de la Federación.

Colmenares, quien se ha desatado la corbata azul, y en un  gesto de elegancia sin espejo la vuelve a anudar, dice: ya no hay nada que hacer. Sólo esperar.

Pues sí, le dice uno de los asistentes a la mesa. Es como cuando en el golf sueltas el bastonazo, la bola, cuando se alza del pasto, ya viaja sin control. Va a ir a caer a donde la hayas mandado; al green o al charco. Ya no hay nada por hacer cuando va en el aire.

Y en el aire estaba el nombramiento y la bola cayó. Hole in one.

David Colmenares, hombre de reconocido talento y buena fama, sencillo, honesto y experto, es el nuevo Auditor Superior.

Nada más les ganó a los demás por paliza. Quien más juntó votos, contra sus 377, apenas logró 5. Hubo uno en zapato. Zapato, zapato.

Hubo además 64 abstenciones.

En manos de Colmenares la ASF podría convertirse —en el plazo convenido de ocho años— realmente en un órgano fundamental para la fiscalización y la transparencia. Los tiempos no permiten ya rezagos ni revisiones tres o cuatro años después, ni documentos mal presentados.

 

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