Habemus presidente

Doce años de espera. Dos elecciones fraudulentas, Dos partidos  corrompidos y corruptores  de una chiquillada domesticada, influenciable  y  adicta al poder. Doce años de recorrer el país, para concientizar a una población, municipio por municipio,  del saqueo despiadado de recursos naturales, energéticos. De la destrucción de ejidos y pequeños propietarios, de la anulación de empresas e industrias de capital regional, de la entrega a capitales extranjeros de ríos, lagunas, manglares, bosques y playas.

Un primero de julio que gritó el Ya Basta. Recibió el apoyo de cerca del  54 por ciento de la población votante a favor del cambio, no solo de la presidencia, sino de cinco gubernaturas, veintiuno de los congresos locales, y la mayoría del Congreso federal en sus cámaras de diputados y senadores. Un cambio que deberá transformar a este país devastado en pobreza, inseguridad y deuda pública. Una nación privatizada en su totalidad , entregada a los intereses trasnacionales e incorporando, como socios y cómplices,  a funcionarios, legisladores, magistrados, dirigentes sindicales, organismos empresariales.

Momento de rapiña inducida desde Los Pinos y asumida, descaradamente, por diputados y senadores que saquean oficinas llevándose computadoras, impresoras, teléfonos, escritorios y sillones, coño hasta los botes de basura.

La corrupción es un fenómeno cultural, aseveró Peña Nieto para justificar la depredación de su gobierno al pueblo mexicano. Cultura  construida y fortalecida desde las entrañas del PRIAN, arrastrando al PRD, Verde, MC y Panal.

Corrupción forjada desde 1982, año en que asume México el modelo neoliberal impuesto por la banca internacional.

Lorenzo Meyer, en su columna en el Reforma: Denuncias y Esperanzas, establece que: “La nueva tarea va a ser una combinación complicada de destrucción, reconstrucción y creación…pero lo verdaderamente difícil va a ser responder a lo que formularán las instituciones, los grupos de interés y de presión -nacionales y extranjeros-, los personajes del gran dinero y de la potencia del norte”.

Cuarenta y dos días han transcurrido desde el primero de julio. Momento para delinear el cambio que se avecina. Días de anuncios, proclamas, designaciones en plena calle, a pie de escalera. Ciudadanía desbordada en banquetas, balcones, estaciones del Metro, pasillos en aeropuertos. La esperanza se tornará en transformación, en rectificación jurídica  de la cínica privatización, modificación de usos y costumbres de una alta burocracia, elite empresarial,  jerarquía eclesiástica, poderes mediáticos. Ellos han conducido a este país  de  manera frívola y desnacionalizada. Se apoderaron de todo hasta de la conciencia ciudadana.

Un cambio que deberá convertirse en  transformación de la vida nacional, en crecimiento económico y justicia social.

EFIMEROS SUEÑOS MONARQUICOS

Desde la realidad nacional, en  la veracruzana se ve reflejada  pobreza,  inseguridad, decrecimiento económico y  excesivo endeudamiento público, en tres administraciones del PRIAN, de Fidel a Yunes  y  contaminados por los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto.

El gobierno bianual se refugia en la incapacidad del quehacer público. Desesperación legislativa  para preservar privilegios. Persecución mediática  para abonar un enfermizo interés, de heredar a sus vástagos, poder y riqueza. Todo ello  con el fin de justificar tropelías destruyendo una entidad de gran riqueza en recursos naturales, energéticos y humanos.

Permisos a empresas trasnacionales para explotación del fracking, para la extracción minera, privatización del agua, destrucción del agro, aniquilación de la pequeña y mediana industria, autorización de gasoductos, saqueo de  fondos pensionarios del IPE y ausencia total del cumplimiento de adeudos  a constructoras, empresas y Universidad Veracruzana.

Dos años de exterminio de la educación y salud públicas. Veinte meses de colapso en las finanzas. Ochenta y cuatro semanas de amenazas de cárcel,  a cambio de sopeo informativo, donación de propiedades, ¿entrega? del dinero robado. Quinientos ochenta y ocho  días de perseguir, mentir, evadir, ocultar y manipular conciencias. Tiempo entregado a mediatizar legisladores sumisos, habilones y complacientes a los caprichos virreinales.

Poder de un gobernante rodeado de sumisos  colaboradores. La justicia, la administración pública y el control, político ejercido en forma enfermiza “por y para” sus intereses. Un secretario de gobierno edecán o guarura. Un fiscal,  leguleño  personal y familiar. Un boletinero coordinador de comunicación. Una pléyade de secretarios de despacho oscuros y  cómplices, Monarquía fallida. Herencia familiar truncada. Acumulación de poder desmoronado. Sueños “guajiros” del llegar para quedarse. De eso y más se salvó Veracruz.

CIUDAD DESTRUIDA

Ciudad de gran tradición, cultura y costumbres. Primer Ayuntamiento, en tierra firma, de América. Ciudad bulliciosa, alegre, dichachera y trabajadora. Ciudad que ha sufrido los embates naturales con dignidad y gallardía.

Ciudad sumida hoy por el cambio climático, pero sobre todo por la incapacidad de autoridades de enfrentar sus consecuencias.

Veracruz y  su conurbación Boca del Rio y Medellín, entregaron el manejo del agua potable a una empresa trasnacional, se sospecha,  en base a moches, complicidades y prebendas. El descuido absoluto del drenaje y alcantarillas por parte de MAS (Odebrecht), el despido injustificado de mas de mil trabajadores con experiencia y capacidad. Responsabilidad directa del  ex alcalde priista,  que se tornó en vocero de  los intereses de la trasnacional, la incompetencia política del actual alcalde panista, que heredando una ciudad destruida, la mantuvo y empeoró en su afán de  desviar recursos públicos a  la campaña fraternal,  que le sería heredada por deseo maternal.

Obras de relumbrón, innecesarias, como la constante realizada por cada administración del PRIAN,  al boulevard Ávila Camacho. Colonias, ciudad periférica, proletaria manteniéndose destruida eternamente. La zona urbana aniquilada en baches, socavones. Ciudadanía inconsciente el daño irreversible de la basura acumulada. Todo ello provocó una devastación de comercios, casa habitación, automóviles en solo dos horas de aguacero en un  puerto que ha sufrido ciclones, huracanes  y los tradicionales nortes por décadas. Aguaceros  de Junio a Septiembre, con la canícula en medio. Dos horas fueron suficientes para demostrar la incapacidad municipal. 120 minutos testigos de la desviación o desaparición de recursos financieros otorgados por la federación,  el estado y la ciudadanía productiva.

A ello se suman permisos y autorizaciones a decenas de edificios departamentales en la residencial zona urbana. Empresas,  como Genus, que construye mas de treinta  edificios en un perímetro de mayor de veinte cuadras. Edificaciones populares, de ocho a doce viviendas, en terrenos de 200 a 300 metros cuadrados. Minúsculos departamentos de dos habitaciones de ”tres por tres”, con muros de escaso espesor, que requerirán en demasía  agua potable y expulsarán excesivos residuos al drenaje público. Áreas que requerirán espacio para el tránsito vehicular  y consumo de energía eléctrica.  En fin todo un hecatombe urbano sin regulación, con sospechosas autorizaciones de edificación y total ausencia de criterio para el desarrollo urbano.

Veracruz ciudad y puerto, hundido por la ineficiencia e incapacidad de autoridades locales, con la complicidad del gobierno estatal y las delegaciones federales involucradas.

 

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