Distancia, abandono y entrega/ El Cristalazo

- en Opinión

En el inicio de su gobierno, Ernesto Zedillo vivía dominado por la sombra fúnebre de Luis Donaldo Colosio, de cuya campaña era (amenazado) coordinador político.        Un sicoanalista me dijo en aquellos días:         “…la fragilidad emocional de Zedillo, los conflictos con su padre y la sustitución de aquella figura por la de Luis Donaldo, lo hacen odiar al PRI. Culpa al partido de la muerte y se ha autoimpuesto la obligación y la tarea de destruirlo…”
Ignoro si ese diagnóstico se sostenga, pero en los terrenos de la especulación sobre las motivaciones de la mente humana quizá valga, así sea de manera marginal. Lo cierto, o parte de lo cierto es esto (Toma de posesión):
“Como Presidente de la República procuraré, con todos los partidos por igual, un trato fundado en el diálogo, el respeto y la verdad. Esa será la norma en mi relación con sus dirigencias y con sus representantes populares, cumpliré estrictamente con la ley, gobernando para todos, sin distinción ni favoritismos de ninguna especie.

Ernesto Zedillo distante del PRI en su momento
Ernesto Zedillo distante del PRI en su momento

“Repito enfáticamente que, como Presidente de la República, no intervendré, bajo ninguna forma, en los procesos ni en las decisiones que corresponden únicamente al partido que pertenezco.”
Después vinieron otras expresiones de alejamiento. Linaloe L. Flores las evoca así:
“Marzo de 1995. Aniversario del Partido. El Presidente Ernesto Zedillo expresa que no pide “una relación acrítica, un apoyo mecánico e irreflexivo, una subordinación indigna y estéril”.
Dice que le pide al PRI “un apoyo siempre razonado y fundado en una relación transparente; un apoyo que se derive del análisis objetivo, la explicación oportuna y el convencimiento sincero”.
“Luego, viene la mención del concepto que durante los sexenios por venir marcarán la relación del PRI con el gobierno: la sana distancia.
“Dice Zedillo:
“Sana distancia, sencillamente, quiere decir que el gobierno haga lo suyo, que el Partido haga lo suyo, pero sana distancia no quiere decir, de ninguna manera, que haya ruptura entre el gobierno y el Partido… Eso tiene que quedar absolutamente claro. Sana distancia entre el PRI y el gobierno no es renuncia, es, por el contrario, afirmación del compromiso democrático con México y de respeto a la vida interna del PRI”.
“El desconcierto se instala en el auditorio. Cada uno de los priistas entrevistados hace su conclusión sobre lo que Zedillo quiso decir. Lo cierto es que a partir de este momento, la relación entre el partido y el Presidente de la República está congelada”.
Sin embargo la “sana distancia” fue siempre una mentira. Zedillo intervino gravemente en la vida política del partido, lo saboteó, lo dinamitó por dentro, le impidió trabajar en pos de la continuidad en el poder y cercenó cualquier proyecto político mediante un recurso de intromisión absoluta contrario a la distancia y su sanidad: cambiar presidente en el Comité Ejecutivo Nacional cada año.
Recordemos la lista de los mutilados (2000-1994): Dulce María Sauri Riancho, José Antonio González Fernández, Mariano Palacios, Humberto Roque, Santiago Oñate, María de los Ángeles Moreno y los últimos días de Ignacio Pichardo.
Obviamente habrá una polémica por venir ahora con la definitiva inhumación del concepto mismo de distancia. Se acusará a Manlio Fabio Beltrones y a Enrique Peña de regresar al “partido de Estado” cuyo poderío permitió la hegemonía del PRI como factor dominante en la arena política nacional, pero eso ahora es mucho más difícil. Ya no se pueden tener ni siquiera empresas “hegemónicas”.
El dominio abrumador de un partido ya no es viable en los tiempos de la globalización y la intervención en la vida mexicana de actores supranacionales.
El gobierno y el partido no pueden ya ni siquiera manipular los dineros de la política como se hacía en otros tiempos. El reto es ganar con las nuevas reglas, sin preferencias indebidas, pero también no perder mediante sabotajes vergonzantes como en su tiempo hizo Ernesto Zedillo.
SANGRÓN
Además de sus muchos otros defectos, Donald Trump se ha revelado como un “sangrón”.
Su comentario contra la conductora de TV, Megyn Kelly, a quien “le salía sangre por los ojos; le salía sangre por… donde sea”, le ha acarreado toneladas de comentarios en contra, pero esa es su estrategia.
Hacer estallar las pantallas con sus declaraciones (un impacto) y después recomponer las cosas con sus aclaraciones (segundo impacto). Una sola inversión, doble ganancia.

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