Las repercusiones impensadas

¿Quién asesorará a EPN para no percibir que le haría daño traer a Donald Trump?
- en Opinión

Obviamente nadie pensó las repercusiones de la entrevista Peña-Trump. Al menos no en México.

Ayer, en este espacio, antes de leer las explicaciones abundosas del presidente Enrique Peña Nieto, publicadas hoy como una reflexión editorial de la Presidencia de la República en el NYT y otros sitios (“¿Para qué me reuní con Donald Trump?”), escribí:

“…Quien sabe si el grado de los agravios permita explicaciones o haga nugatorio el recurso. Dialogar es intercambiar; no escuchar otras palabras…”

Ahora lo sabemos todos. La catarata de críticas, censuras y aun insultos en contra del presidente por hacer algo en una personal interpretación de su responsabilidad (hay una majaderísima locutora de la radio de cuyo nombre no quiero acordarme), sobrepasa las posibilidades de atender una explicación. El error no fue la intención de las cosas, sino el hecho mismo. Al menos eso creen millones de personas. Y con eso basta y sobra.

Del artículo elaborado para la prensa estadunidense y reproducido en algunos medios y sitios locales mexicanos, destaco un punto importante. Quizá sea la clave del error:

“Primero, fui muy claro —en público y en privado— en enfatizar que en México nos sentimos agraviados y dolidos por sus pronunciamientos sobre los mexicanos.

“Le expresé que merecemos respeto, que somos gente honesta y trabajadora, que valoramos a la familia y la cultura del esfuerzo. México y Estados Unidos somos más que vecinos: somos socios y somos aliados.

“En sus discursos de campaña, Trump no nos ha tratado ni como socios, ni como aliados, a partir de una visión distorsionada de México y su gente.

“Por eso era importante hablar con él y aclarar que cualquier colaboración futura para fortalecer la relación entre ambos países, debe partir del respeto mutuo.

“La reacción de Donald Trump fue positiva.

“Estoy convencido de que cuanto más grandes son las diferencias, más se necesita del diálogo”.

El primer punto sería señalar como fuente del dislate la consideración equívoca sobre las virtudes de la queja y el lamento. Tanto como del diálogo solitario. Decirle a Trump lo malo de su trato y lo injusto de sus juicios, no lo pone a pensar en su error, lo afirma en la eficacia de sus injurias.

Pero considerar tras una reunión de algunos minutos apenas, haber producido en él una reacción positiva, como cito en el subrayado de líneas arribas, es una mala apreciación, por decir lo menos.

Trump no reaccionó positivamente a nada. No está en su naturaleza de terco irracional.

Ni vino a ser persuadido ni tenía la menor intención de escuchar siquiera las palabras cargadas de buena fe y mejor voluntad, del presidente Peña. Vino a exhibirse antes de soltar el enésimo manotazo contra México, como quedó probado en su discurso nocturno de Arizona el miércoles negro.

Todos lo sabíamos. Bueno, no todos.

Después vino la discusión bizantina sobre quien paga los ladrillos del muro, cuando la única actitud mexicana debe ser el rechazo absoluto a la sola idea de la muralla. Punto.

La reunión del presidente con Trump nació contaminada.

Algunos analistas americanos la interpretan como un recurso oportunista del candidato y algunos, de ambos lados, como una muestra de debilidad de Peña quien no resistió la presión de los Republicanos. Eso explicaría el enojo (de eso aun no vemos las consecuencias) de Hillary Clinton y su equipo.

Decir con simpleza, el presidente debe hablar con todos, es ignorar formas y momentos.

Lo grave fue ignorar las repercusiones entre los mexicanos quienes –con todo el sobredimensionamiento interesado de algunos opositores al gobierno— están sencillamente furiosos y decepcionados por el lance diplomático tan fallido.

—¿Fallido por qué?

—Por la dimensión de las reacciones negativas. Las puras y las impuras. Pero espontáneos o dirigidos, todos votan y en estos momentos de baja popularidad presidencial, ya se comienzan a levantar los conteos del 2018. Como sea, este año, para fines electorales, ya se acabó. Y las elecciones comienzan en tres meses aunque el calendario diga otras cosas. El PRI se hunde con estas cosas.

“Es importante —escribió Peña Nieto—, reunirse con ambos candidatos, pero lo era más aún con el Sr. Trump, porque hay cosas que él debía saber en voz del Presidente de México, empezando por el sentir de los mexicanos…

Por lo visto estos argumentos ya nada remedian:

“Estoy convencido de que cuanto más grandes son las diferencias, más se necesita del diálogo”.

Y estos tampoco:

“… le referí que la frontera es un desafío conjunto que requiere un enfoque de corresponsabilidad. Desde los Estados Unidos llegan ilegalmente armas y millones de dólares que fortalecen a las organizaciones criminales.

“Esas armas y ese dinero, producto de las ganancias que obtienen los cárteles del consumo de drogas en Estados Unidos, generan violencia en nuestro país y eso debe frenarse. En mi conversación con Trump sobre la frontera, también fui muy claro: México no pagará por ningún muro.

“Mi prioridad como Presidente es proteger a los mexicanos, abogar por sus derechos, defender su vida y su dignidad en donde quiera que estén. Esa es mi máxima responsabilidad. Donde haya un mexicano que necesite apoyo de su gobierno, ahí estaremos”.

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