La primavera mexicana

El mundo ha visto proliferar un gran número de movilizaciones sociales. Desde Medio Oriente, pasando por Europa, EE.UU y América Latina, la imagen de plazas colmadas, jóvenes reclamando y pancartas en alza ha sido un cuadro recurrente en el enojo, la rabia, la frustración, la impotencia de sociedades enteras afectadas por la corrupción, la inseguridad, el desempleo, pero sobre todo la incapacidad de sus gobernantes.

La primavera árabe. Los indignados europeos. Las movilizaciones de los estudiantes chilenos, las protestas de ejidatarios y comuneros mexicanos por las hidroeléctricas, las mineras de campo abierto, los pozos de fracking, la privatización desmedida del agua, la energía, los alimentos. Todos son uno.

A ello se suman los desastres naturales, con causas directas al calentamiento global, a las pésimas políticas públicas en pavimentación, drenaje, construcción de viviendas, el  desmedido crecimiento vertical de las ciudades. Huracanes, sismos, terremotos, tsunamis, tornados, son cada vez más frecuentes y sus efectos más devastadores.

Los más reciente,  los huracanes  que destruyeron La Dominica, Puerto Rico, Cuba, Florida, y le toco al sureste mexicano.

Los terremotos en Chile, Perú, Japón, Indonesia, La India también llegaron no solo a Oaxaca y Chiapas, sino regresó implacable a la ciudad de México, y arrasó Puebla, Morelos y Guerrero,

Los efectos de la primavera árabe nos conducen a la extraordinaria respuesta de la sociedad mexicana en lo que se denominaría la primavera mexicana.

Más de un millón de ciudadanos han ayudado en tragedia. Hombres, mujeres, jóvenes y adultos, ricos y pobres, académicos, científicos, artistas, profesionistas, trabajadores, empleados, obreros. Todos se unieron en forma espontánea a la necesidad  del rescate de vidas humanas y limpieza de escombros, apoyos a damnificados.

Haciendo cadenas humanas, cargando piedras, atendiendo a los desplazados de sus hogares, oficinas. Todos unidos, anticipados a la respuesta tardía, débil de las autoridades federales y locales. Mujeres guisando, organizando vivieres provenientes de los centros de acopio, rescatando y salvaguardando mascotas. Tras el terremoto en la Ciudad de México, los ciudadanos fueron los primeros en improvisar tareas de rescate en el colegio Enrique Rébsamen, en la Ciudad de México.

Nada detiene a los rescatistas en su lucha de seguir dándole esperanza a México, siguen en la búsqueda de personas atrapadas bajo las montañas de escombros en que quedaron las estructuras tras el temblor de gran magnitud, cercana ya a los 300 muertos y un número indefinido de desaparecidos.

“No importa si están cansados, empolvados, con las manos lastimadas… integrantes del Ejército y la Marina, Topos, bomberos, paramédicos y voluntarios respiran profundo, se secan el sudor, piden un poco de agua y continúan retirando piedras, escombros, intentando salvar a aquellos que no pudieron salir de sus viviendas o lugares de trabajo”.

“La autoridad se mete a fuerzas y limita el apoyo solidario. Nosotros llegamos primero, le gritan a contingentes del Ejército que, en efecto, llegaron después a intentar organizar el rescate de víctimas debajo de los escombros. Fue la gente también la primera en organizar centros de acopio, consultorios médicos ambulantes, brigadas de arquitectos e ingenieros para revisar las casas y edificios dañados; también la preparación y el traslado de comida preparada para los rescatistas, los botiquines médicos, apoyo psicológico y hasta guarderías autónomas para niños que estos días no tuvieron clases y sus padres tenían que ir a trabajar”.

Reseñas en la prensa escrita, testimonios, en las redes sociales, imágenes del desastre, el trabajo colectivo, la esperanza volcadas en las televisoras privadas.

A todo ello también se sumaron las improvisaciones, los desacuerdos entre autoridades y rescatistas, arbitrariedades, abusos, y ausencia de coordinación en muchos casos.

Lo más grave, la denuncia de choferes de trailers  que transportaban víveres, que fueron  desviados a bodegas del DIF estatal del Morelos. “Policías de tránsito del mando único de Morelos obligaron a los choferes de dos tráilers, provenientes de Michoacán, a descargar las despensas destinadas a damnificados por el sismo del martes en bodegas del Sistema Estatal de Desarrollo Integral de la Familia (DIF) –que encabeza Elena Cepeda, esposa del gobernador Graco Ramírez–, acusaron los conductores mediante un video en las redes sociales”.

El obispo de Cuernavaca, Ramón Castro y Castro, denunció que el gobierno de Graco Ramírez, a través de sus cuerpos policiacos, continúa impidiendo la llegada de ayuda a los damnificados y, con ello, impone que sea el DIF la única vía para acceder a los víveres,

En contraste un tráiler rojo, que fue asaltado en la carreta México-Puebla, llena de víveres y herramientas  fue devuelto por los ladrones.

Televisa volvió a caer en su desbordada búsqueda de ratings y publicidad, creando información falsa sobre la niña “Frida Sofia”, que como Menchito del temblor de 1985, nunca apareció ni existió. Las columnas y artículos especializados de los mejores periodistas de México denunciaron la farsa. Jenaro Villamil, Julio Hernández, Pedro Miguel, Pablo Gómez, Raymundo Riva Palacio, Fabricio Mejía, John Ackerman, Lorenzo Meyer, Jorge Ramos y muchos más. No cabe duda, a Televisa le hizo falta Genaro García Luna, el productor mediático de los casos de Florence Cassez y Paullette Gebara, entre muchos otros.

El diario The Washington Post calificó el caso del montaje sobre el rescate de la niña Frida Sofía como una “vergüenza” para el Gobierno de Enrique Peña Nieto, en medio de la tragedia que enfrentan miles de mexicanos tras el sismo de 7.1 grados Richter del pasado 19 de septiembre. “La posibilidad de que no se encontraran (con vida) jamás estudiantes se convirtió en una vergüenza para el Gobierno de México, cuando la historia de Frida Sofía, una niña de 12 años de edad atrapada entre los escombros, creció de forma sensacionalista en la prensa”.

La precampaña al destape presidencial de Aurelio Nuño, haciendo guardia más de nueve horas en las ruinas de la escuela  Enrique Rébsamen. Moviéndose frente a las cámaras con la ilusión de ser visto por los millares de televidentes,  en busca desesperada del destape que jamás llegará, para fortuna de México.

La crítica construye, la exigencia fortalece y la participación dignifica. México solo se salvara si logramos correr a los malos gobernantes, tuiteara John Ackerman.  La lección del 7 y 19 de septiembre será siempre la toma de conciencia colectiva de la necesidad de la transformación nacional. Sera ahora o nunca.

 

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